Año 1981. Paco Linares y Pepe Jiménez, vestidos con una bata blanca, dentro de un laboratorio a oscuras total, intentando revelar fotos de color en papel con un kit de Agfa y cinco bandejas, cada una con su líquido correspondiente. ¿Puedes imaginarlo? Dos profesionales como la copa de un pino demostrando que seguían teniendo la curiosidad de un niño para descubrir cada día algo nuevo en la fotografía. Ellos que lo sabían todo, o casi todo, demostrando a los nuevos, a los aficionados que por primera vez nos acercábamos a ese mundo mágico de la imagen latente del cuarto oscuro, que nunca es tarde para aprender, para investigar, para saber un poco más, y sobre todo para compartir. ¡Qué personajes más grandes y cuánto nos enseñaron! Con Ricardo, Ladis, Framar, Arenas y Vacas, se convirtieron casi sin quererlo, en los padres de la fotografía cordobesa de la segunda mitad del siglo XX. Tanto desde el punto de vista de la fotografía documental como de la artística, su obra es de obligado estudio para entender el desarrollo del medio y su decisiva importancia en la evolución de la cultura de la imagen, que es en la que hoy se mueve la sociedad actual.

Paco Linares fue siempre el consejero fiel que te ayudaba a tomar la decisión correcta a la hora de comprar una nueva cámara, un objetivo, una ampliadora, o cualquier accesorio que pudieras necesitar, amén de solucionar cualquier problema técnico en el equipo fotográfico, para lo que había que estar en un proceso constante de puesta al día en la tecnología de la época (años 80 del pasado siglo). Aquél slogan comercial de «Linares, el amigo de su arte» lo llevaba a sus últimas consecuencias con todo el mundo. Socio fundador de Afoco, fue nombrado su presidente de honor en 2009, ostentado ese título hasta hoy. Su presencia en determinados actos organizados por nuestra asociación --Premio Mezquita, Bienal, Posada del Potro-- le daba de inmediato el sello de calidad que buscábamos y que nos introducía con cierta credibilidad en el mundillo de la cultura local.

De Paco, que de forma cariñosa me llamaba hijo, aprendí los secretos de la fotografía pero también ciertos valores humanos que me han hecho una mejor persona. Su ausencia será muy difícil de llevar y personalmente echaré muchísimo de menos su llamada telefónica a las 21 horas de cada 24 de diciembre. Espero que nuestro Ayuntamiento sepa valorar su generosa aportación a la vida cultural de nuestra ciudad y no muy tarde pueda yo quedar con algún amigo a tomar café en algún local de la calle Francisco Linares.