Aquella bella sombra necesitaba un nombre porque Pablo García Baena quería dejar su corazón en ella. Demandaba un nombre para que el poeta su propia sonrisa sobre papel escribir pudiera. Árbol inmortal bajo el que le apetece orar al poeta. Templo de la Naturaleza junto al mar. Curiosamente este árbol, oriundo de la Pampa húmeda argentina a los pájaros del aledaño arroyo desdeña. Su sonoro nombre es Ombú.

A esa «bella sombra» Pablo García Baena ha dedicado un poema que María Rosal ha leído ante el público durante el laudatorio del nuevo Doctor Honoris Causa de nuestra Universidad de Córdoba.

¿Qué misterio impregna a ese árbol, capaz de estimular el genio de nuestro García Baena?

Una semilla viva de la Pampa, vecina del Nuevo Mundo, crecida y enarbolada majestuosamente ante el mar de Benalmádena, ha inspirado a nuestro poeta quien ha logrado que Alfonsina Storni nade hasta nuestra costa para verla. El Ombú no parece asustado ante ese plácido mar en verano cuando bajo su sombra paso. Todo en mí es sobrecogimiento. Crece donde no tiene suelo como un misterioso genio. Bajo su luminosa sombra jamás se oirá un lamento.

Le rogué a Pablo que inmortalizara este templo a la Naturaleza apelando a su poético genio. Y lo ha hecho. Ese poema ha sido declamado como parte de su discurso de ingreso en el claustro de doctores de nuestra Universidad junto a otros dos poemas. Uno de ellos, maravilloso, recuerda aquella rosa silvestre de su infantil inocencia.

Pablo recibió el libro de la sabiduría para completarlo con la suya, acumulada en su conciencia. Y el sello para estampillar su alma en este maravilloso poema, para certificar que ese Ombú es milagro de la Naturaleza.

Sobre la existencia del Paraíso no es verdad que solo sepamos de su incierta certeza, porque, al leer de Pablo este poema a tan bella sombra, no me queda duda alguna de que el Paraíso está bajo ella.

<b>José Javier Rodríguez Alcaide</b>

Córdoba