En un paso preventivo, la Médicos sin Fronteras hizo público ayer que el año pasado detectó en su organización 24 casos de abusos sexuales, que se saldaron con el despido de 19 personas. Con esta información, la ONG se adelanta a la marea que puede surgir tras destaparse el gravísimo escándalo de abusos sexuales de Oxfam en Haití y otros episodios en distintas partes del mundo. Y 1.200 socios de Intermón Oxfam en España han pedido la baja tras conocerse los hechos. La ONG tiene previsto dar hoy explicaciones, en un intento de frenar las graves consecuencias que tendrá lo ocurrido.

El escándalo de abusos sexuales que sacude a Oxfam es un duro golpe que amenaza con afectar a todo el sistema de cooperación. Después de que saliera a la luz el escándalo por las fiestas sexuales con prostitutas sufragadas con fondos de la organización en Haití, una exdirectiva reveló casos de abusos que incluyen violaciones, coacciones, abusos a menores y obtención de sexo a cambio de ayuda humanitaria. Todo ello no solo es un duro golpe a la reputación de Oxfam, sino una vergüenza para todo un sector en que las buenas prácticas deben ser obligatorias. Los indicios de que la dirección de la oenegé no actuó de la forma adecuada cuando le llegaron las denuncias no solo remiten a la opacidad de otros casos de abusos (desde la iglesia católica a la de los cascos azules de la ONU) sino que son merecedores de una profunda investigación. Cualquier abuso sexual, sobre todo a menores, es condenable e inadmisible; cuando estos abusos se dan en países arrasados por la pobreza estructural y en estado emergencia humanitaria son aún más execrables, si cabe, por la situación de indefensión absoluta en la que se encuentran las víctimas. Los acusados deben rendir cuentas y Oxfam debe asumir todas las responsabilidades que se deriven del escándalo, en caso de haberlas, sin excusas.

Ahora bien, la exigencia de justicia y de transparencia hacia Oxfam no debe enmascarar una generalización injusta ni mucho menos una cruzada contra la labor de las oenegés. Porque el escándalo sucede en un momento en que muchas oenegés se encuentran en el punto de mira, ya sea por rescatar emigrantes en la ruta de Libia o en el Estrecho, ya sea por denunciar los estragos que las políticas de las potencias causan en zonas calientes, como Oriente Próximo. La cooperación es más necesaria que nunca en gran medida porque los estados cada vez más renuncian a asumir sus responsabilidades, como bien sabemos en Europa en el tema de los refugiados. Al asumir ese trabajo tan desagradable, en muchas ocasiones se convierten en actores incómodos y, por tanto, imprescindibles. Por muy grave que sea el escándalo que sacude ahora a Oxfam, que sin duda lo es, no debe ser el caballo de Troya con el cual los estados puedan intentar deshacerse de los testigos que los incomodan.