No tengo la menor idea de si como político se nace. Lo que ocurre es que el nuevo curso municipal comienza sin dos ediles que fueron votados hace dos años y que ya no volverán a ocupar su sitio, por voluntad propia, en el salón de plenos del Ayuntamiento. Uno era de Ganemos, el otro, de IU. El primero pertenecía a la oposición. El segundo, al gobierno. Dos outsiders (intrusos) si nos atenemos a la realidad.

«Dimitir no es un nombre ruso», apunta la viralidad del humor ante los centenares de casos de políticos imputados, corruptos o mentirosos que no se marchan de sus puestos ni con agua caliente. El caso cordobés ha puesto sobre la mesa que tal vez sea un nombre ruso para los que se hallan en la dimensión más deshonesta. Pero no para Alberto de los Ríos y Rafael del Castillo. El mundo al revés. Sorprendentemente ambos han dejado de ser concejales por motivos «políticos» y «personales», dibujando otra estela dramática sobre la baja calidad de nuestra democracia, también de la local. En los dos casos existen elementos comunes: pertenecen a la misma generación, poseen vida profesional fuera de la política y los dos perdieron su inocencia política inicial, tanto en los pasillos de Capitulares como en los de las sedes de sus partidos. Tampoco ninguno de ellos ha crecido en los cargos orgánicos de sus siglas, para después saltar a los puestos institucionales y mantenerse en ellos vía padrinos y familias, bien sean Lannister o Stark. Ese es el inmenso poder de los partidos en España que lo está debilitándolo todo, incluida la democracia interna dentro de ellos. Y esa es la impagable libertad, la de decir hasta aquí, de quienes no viven de esos partidos.

Dicho todo esto, tan solo me quedan preguntas. ¿Qué vale más? ¿un político que sabe de las intrigas políticas, con experiencia en las catacumbas de un partido desde su juventud, o un profesional con su carrera que aporta sus servicios a lo público durante unos años? ¿un político profesional tiene mayor vocación que uno ocasional? ¿debería haber más políticos independientes? Convendría que los políticos tuvieran conciencia de que el sueño es grande. Pero se ve que los que la tienen, se marchan.

* Periodista