El «otro» Martín Prieto

Cada vez más, los obituarios y las necrológicas son más extensos en las páginas de los periódicos y constituyen, sin duda, todo un género periodístico. Recogen y reflejan la personalidad de finado, sobre todo, sus destellos más luminosos, tantas veces desconocidos por el gran público. ¡Cuántas y qué hermosas biografías se publican, a veces, en esas líneas de despedida, apresuradas y urgentes! Hace poco fallecía un gran periodista, Martín Prieto, y todos lo medios, quizás con alguna excepción, realizaron espléndidas semblanzas de su persona y de su trayectoria periodística y literaria. Pero no se publicó en ningún medio ese ángulo desconocido y desconcertante de Martín Prieto, que nos ha descubierto el sacerdote Antonio Pelayo, corresponsal de Antena 3, en Roma, y colaborador habitual de la revista Vida Nueva. El famoso periodista, lince en análisis políticos, alejado, al menos, aparentemente, de las orillas religiosas y eclesiásticas, fue durante varios años colaborador de la revista religiosa Vida Nueva: «En aquellos duros años de la censura franquista, el analista político Martín Prieto escogió firmar su colaboración en este semanario, que diría José Luis Martín Descalzo, con el seudónimo Segundo Arreche. Cuando sus colaboraciones llegaban a la sede de la revista, recuerdo que Martín Descalzo, M. Hernando, Joaquín Luis Ortega y yo mismo las leíamos con avidez porque constituían un análisis muy agudo e informado de cuanto sucedía en la compleja España de los años 70, camino de la añorada Transición». ¡Quién lo diría! Y aún más, cuando, por los códigos tan estrictos de la censura entonces vigente, el director le pedía alguna corrección, Martín Prieto, en ninguna ocasión puso resistencia alguna. Creo que es de justicia, en la hora de su despedida, completar las necrológicas publicadas con este hermoso gesto que tuvo en su vida el gran periodista: ser colaborador de una importante revista religiosa. Gracias, admirado periodista. Eran tiempos difíciles y tú diste la talla de tu humanidad, «del valor divino de lo humano».