Todavía siguen los medios de difusión trovando parabienes y alabanzas hacia el buen hacer de nuestros chefs tras la presentación de la Guía Michelín 2019. Y no solo dirigidos al andaluz Dani García por el triestrellato logrado para su restaurante de Marbella, sino también a otros nuevos bigalardonados en la adjudicación de estrellas como los hermanos Torres, David Yárnoz o Ricard Camarena y a una larga lista de chefs que logran su primera estrella, la mantienen, o la suman con un nuevo restaurante a las que ya tienen en otros. Hasta ahí magnífico, y más aún en la parte que nos toca como andaluces, pero por simple curiosidad comprobatoria he consultado en la web de la Guía Michelín la relación de galardonados y confirmo algo que ya venía intuyendo, la enorme desproporción de hombres con respecto a mujeres. No lo he calculado con exactitud, aunque me quedaría corto si dijese que supera el nueve a uno. Pero vamos a ver, ¿la cocina no ha sido tradicionalmente, y diría que casi en exclusiva, obra y gracia de la labor de las mujeres? Hubiese visto más lógico que, ya que ha surgido este reciente boom de interés culinario, la inmensa mayoría de los chefs fuesen producto de esa gran cantera de mujeres cocineras sin perjuicio de que, año tras año, se hubiese ido produciendo un paulatino aumento de la proporción masculina conforme a los avances en términos de igualdad. O sea, más o menos lo mismo que está ocurriendo con la presencia de la mujer en los terrenos laborales que tradicionalmente han sido masculinos. Esta desproporción de chef varón viene a confirmar el viejo saber popular de que «todo mérito queda oculto si no lo proclama la fama». Muy injusto, siglos de esmerado trabajo, diario e invisible, para verse relegadas a la minoría cuando esa labor obtiene público reconocimiento. Resulta un tanto contradictorio que, cada vez que entrevistan a cualquiera de éstos fulgurantes chefs, raro es que no apelen a legitimar su oficio haciendo referencia a una infancia entre fogones aprendiendo de su madre o abuela. ¿Qué pasó, que estas señoras no tenían también hijas o nietas a las que legarles sus saberes? Habrá sido eso. Pero no solo en la cocina, esta sobrevaloración masculina también la podemos ver en costura, decoración o peluquería. Actividades tradicionalmente femeninas cuyo reconocimiento se les disputa en el momento que hay posibilidad de gran negocio, brillo y caché. Va a resultar que encima del esfuerzo que tienen que hacer las mujeres por incorporarse a los terrenos laborales dominados por hombres, ahora también van a tener que pelear por ser reconocidas en terrenos históricamente propios. En esto de la cocina se ve que una cosa es «poner el huevo» y otra distinta es guisarlo. No es lo mismo hacer diariamente la filigrana de alimentar a una familia con platos nutritivos, variados y económicos, elaborados con el saber heredado y el cariño de una madre o un padre que no esperan alabanza alguna, que lograr la proeza de que tras una reducida porción de vanguardista aderezo culinario inventado (ellos dicen evolucionado, fusionado, recreado...), y cobrado a riñón, digan de ti cosas como que has conseguido un espacio que juega con la cocina creativa y las nuevas tecnologías en tu constante ánimo de sorprender, que los comensales son transportados al cuento de Alicia en el país de las maravillas, o que con una gastronomía creativa consigues conquistar y divertir a tus clientes (comentarios extraídos de la propia web GM). La verdad es que tiene mérito. Comparaciones aparte, porque está claro que no tiene nada que ver una casa con un negocio ni la alta cocina con el diario familiar, desconozco el motivo por el que en hostelería los hombres son abrumadora mayoría al frente de los fogones. Imagino que se habrá ido llegando a esta situación como consecuencia del excesivo esfuerzo que puede requerir un elevado número de comandas, las pesadas labores accesorias, el inherente horario nocturno, o porque los propietarios lo prefieran así por cuestiones organizativas, no lo sé, habría que investigarlo. Lo importante es no olvidar el peso histórico de la mujer en nuestra gastronomía y arte culinario sin que se vea eclipsado por el masculinizado mundo de la alta cocina, recordar que durante siglos han sido ellas las auténticas estrellas que iluminaron nuestros platos.

* Antropólogo