Y en esta ocasión en un terreno particularmente grato como es el literario y, dentro de él, aún de modo más específico e imantador como el de la poesía. Conforme recordará probablemente más de un lector, en la cita hebdomadaria del cronista con su amable público semanal se hablaba con énfasis de la gran obra dada a la luz recientemente por Carlos Clementson intitulada Sinfonía Ibérica.

Pues, efectivamente, toda la Península Ibérica en su geografía e historia, mujeres y hombres, héroes y artistas, hazañas y glorias, amaneceres y ocasos, se anota con pulcro cuidado en un libro cuya publicación merece registrarse con el mayor encomio por los lectores atraídos por el noble ensueño de los buenos iberistas del Ochocientos y Novecientos de lograr una auténtica y fecunda unidad entre ambos pueblos, protagonistas cimeros e indiscutibles de la Modernidad, forjada en ancha medida en sus dos crisoles civilizadores. Un sillar en la construcción ideológica y en la comunión espiritual de tan inmensa como necesaria, imprescindible y urgente tarea es ya la obra mencionada, desembocadura apacible y estimulante de la larga travesía de la indesmayable travesía del Prof. Clementson por los mares culturales de ambos y entrañables países.

Ahora es llegado ya el momento de su recepción y eco en el dilatado orbe cultural lusitano, pues bien sabido es que, a tales efectos --y amén de muchos otros--, Brasil forma unidad inextricable con su antigua y siempre bien amada metrópoli. Con harta razón se quejan al otro lado del Tajo de la escasa o nula audiencia de la rica y variada producción bibliográfica de Lisboa, Coimbra, Oporto y otros centros de la edición del país vecino en el público y la crítica del nuestro. Por una vez y aunque el tema resulte siempre imantador, no vamos a glosar las bien fundadas razones en que basan su conducta los escritores y comentaristas portugueses, para, por el contrario, aludir al por lo menos reducido impacto y, de ordinario, impenetrable silencio que reina en la nación hermana respecto de la bibliografía española actual, a despecho, como siempre, de excepciones muy aisladas pero, a las veces, muy relevantes y alentadoras. En la ocasión presente, la obra de Clementson puede servir de insustituible piedra de toque para tomar, hodierno, el pulso de una pesarosa realidad. Al tiempo de hacer votos por su venturosa navegación de altura y elevado gálibo expresamos la firme esperanza en una conjugación más intensa y asidua de todos los verbos que indiquen compenetración, intercambio y diálogo entre las dos culturas de la Península Ibérica y todas las de los muchos pueblos que alumbraron para la civilización occidental, por largo tiempo y aún hoy en el top de los cánones y patrones que rigen en el universo del espíritu.

* Catedrático