Dentro de unos días, el Miércoles de Ceniza, con el que se alza el telón de la Cuaresma, como preparación para la Semana Santa y la Pascua florida. Nuestro poeta, Pablo García Baena, le dedicó un espléndido poema: «Otra vez tu ceniza, Señor, sobre mi frente.../ Polvo soy que algún día volverá hasta tus plantas./ Otra vez la ceniza ardiente como ascua/ que estalla en el volcán de tu amor implacable». Serán muchas las personas que se acerquen a las iglesias para recibir la ceniza, en un gesto penitencial de humildad, de reflexión, de perdón y de misericordia. Tres fórmulas se utilizan en este rito: La primera, casi olvidada: «Acuérdate de que eres polvo y de que en polvo te has de convertir»; la segunda, la que se pronuncia más: «Conviértete y cree en el evangelio». Y la tercera, en traducción más libre del mensaje liberador cristiano, utilizada, sobre todo, en países de misión: «Acuérdate de que eres fiesta y de que en fiesta te has de convertir». Las tres fórmulas nos colocan de cara a Dios, con el deseo de una conversión sincera, de preparación eficaz para vivir el drama de la pasión y muerte de Cristo, con el final feliz de su resurrección. La cuaresma es un tiempo, cuarenta días, para «buscar a Dios». Nuestros pueblos y ciudades ofrecen hoy un clima poco propicio a quien quiera buscar un poco de silencio y paz para encontrarse consigo mismo y con Dios. No es fácil liberarnos del ruido permanente y del asedio constante de todo tipo de llamadas y mensajes. Por otra parte, las preocupaciones, problemas y prisas de cada día nos llevan de una parte a otra sin apenas permitirnos ser dueños de nosotros mismos. Ni siquiera en el propio hogar, invadido por la televisión y escenario de múltiples tensiones, es fácil tener el sosiego y recogimiento indispensables para encontrarnos con nosotros mismos o para descansar gozosamente ante Dios. Quizás se nos va olvidando lo que es detenernos, interrumpir por unos minutos nuestras prisas, liberarnos por unos momentos de nuestras tensiones y dejarnos penetrar por el silencio y la calma de un recinto sagrado. Muchos hombres y mujeres se sorprenderían al descubrir que, con frecuencia, basta pararse y estar en silencio un cierto tiempo para aquietar el espíritu y recuperar la lucidez y la paz. Hoy, más que nunca, necesitamos encontrar ese silencio que nos ayude a entrar en contacto con nosotros mismos para recuperar nuestra libertad y rescatar de nuevo toda nuestra energía interior. El obispo de la diócesis, Demetrio Fernández, nos señala con precisión el trípode de la cuaresma: «Oración, ayuno, limosna. Entremos de lleno desde el comienzo. Dios nos sorprenderá con su gracia y podremos salir renovados con este tiempo de salvación». Pablo García Baena subrayaba en su poema la fuerza del primer miércoles cuaresmal: «Otra vez la ceniza llamando está en la puerta de mi frente...». Abrámosle el corazón.

* Sacerdote y periodista