El imperio contrataca. Amparándose en las siempre recurrentes amenazas terroristas y sin tener que especificarlas ni dar más explicaciones, los Estados Unidos de Trump acaban de decidir que unas cuantas compañías en unos cuantos de sus vuelos no nos dejarán subir ni el portátil ni grandes móviles. Y como era previsible, el Reino Unido, necesitado de amigos tras el brexit, también secunda la medida. ¿Por qué esto no pasa en todos los vuelos y compañías? Nadie contesta. Es la recurrente amenaza terrorista.

Hay argumentos difíciles de rebatir, y aún más si todavía estamos impactados por el revuelo que arma cualquiera con un cuchillo o un volante de camión entre las manos. Con la amenaza de que debemos aprender a convivir sin miedo es como poco a poco van devorando nuestros derechos, además de suponer negocios millonarios para amigos de las administraciones. Arcos detectores que te desnudan en la pantalla, prohibición de un determinado tamaño de maleta, limitación en los frascos menos cuando los compras en el duty free... Hoy, al pasajero aéreo se le trata como a un sospechoso peligroso con unas medidas que cada vez parecen más arbitrarias.

Semanalmente voy y vengo de Madrid, y siempre en tren. Por el escáner solo pasan las bolsas de mano, maletas y chaquetas, menos las americanas, y uno siempre tiene la impresión de que el que mira la pantalla tampoco presta excesiva atención. Y lo prefiero. La seguridad absoluta no existe. En cambio, creo que estamos cerca de la estupidez absoluta. El impacto mediático de un atentado en un medio de transporte es tan colosal que tras él se escudan muchos para imponernos sus negocios.

Doble rasero y favoritismo

Con la última medida, hay compañías que van a resultar más molestas para los pasajeros al igual que algunos destinos. No digo que sea el caso, pero en tiempos de manipulaciones y posverdades sería muy cabreante que se instaurara el todo vale para beneficiar a unos cuantos y de paso hacerle una cierta guerra comercial a quien convenga. No digo que sea el caso, pero ¿qué deben pensar las compañías que vuelan desde ocho países musulmanes de sus homólogas estadounidenses o británicas? ¿Las normas no son para todos iguales? El proteccionismo que defendió Trump en campaña, con bravuconadas y fogonazos xenófobos, no solo daña el buen funcionamiento de los mercados, sino también la convivencia al instaurar el doble rasero a discrecionalidad y el favoritismo por la cara. Con los aviones estamos hablando de algo demasiado serio para que quede la mínima sospecha de abuso de confianza y de poder por Trump y sus secuaces. Solo podemos obedecer y martirizarnos en los aeropuertos, porque bajo el anuncio de la amenaza no hay quien proteste sin ser linchado, pero algo huele mal bajo ese ridículo tupé teñido.

* Periodista