Una película de presupuesto mucho más cercano al cine español que al de Hollywood fue proclamada la mejor en una gala de la 89ª edición de los Oscar que, sin embargo, no pasará a la historia por el modesto y magnífico filme del desconocido Barry Jenkins sino por un error impropio de la meca del cine. Porque Moonlight se quedó sin premio durante unos instantes hasta que el productor de La La Land, que había sido proclamada ganadora, se dio cuenta del error por la confusión de sobres. Resultó tan sorprendente el patinazo que va mucho más allá de la etiqueta de anécdota. Algo impropio en una ceremonia que fue el reflejo de la excelente cosecha del 2016 y tuvo su efecto en un reparto bastante equitativo de los galardones. La gran favorita La La Land perdió fuelle conforme se acercaba el gran día, pero aun así ganó seis estatuillas. Moonlight, una poética obra sobre la identidad sexual de un joven negro en un barrio marginal de Miami, le siguió con otros tres. Su éxito en la principal categoría puede interpretarse como una reparación de lo ocurrido el año anterior con la polémica por la falta de artistas afroamericanos entre los nominados. El reconocimiento a Moonlight se convirtió también, de alguna forma, en la réplica del ala progresista de la Academia de Hollywood al presidente Trump. En la gala, sin embargo, hubo menos crítica política de lo previsible. Y es que Hollywood prefirió hablar solo de gran cine. Hasta que llegó, a ultimísima hora, un inesperado giro del guion.