En los medios de comunicación y cine, suelen salir a relucir a menudo los nombres de Unamuno y Orwell, y ahora Julio Anguita (DEP). Orwell, por ejemplo, es citado como el intelectual anticomunista que escribió su distopía antitotalitaria 1984, en tanto que se cita a Unamuno como el valiente intelectual que se opuso al legionario Millán Astray en la Universidad de Salamanca con la famosa frase «Venceréis, pero no convenceréis», aunque eso no convierte a ambos en representantes inequívocos del anticomunismo ni del antifranquismo. Pero justamente los casos de Orwell y Unamuno, y tantos otros intelectuales que vivieron y sufrieron nuestra guerra civil, demuestran que las ideas que albergamos no son inalterables y pueden y deben modificarse con la cruda realidad de los hechos. Citando breves rasgos, George Orwell vino a España, en diciembre de 1936, para luchar contra los franquistas, por puro espíritu antifascista se unió a un batallón del POUM, un partido catalán trotskista. Y durante los combates de mayo del 37 en Barcelona, entre trotskistas y anarquistas, por un lado, y republicanos, por otro, Orwell pudo comprobar cómo la prensa internacional le acusaba a él y a sus compañeros de batallón de ser agentes franquistas infiltrados y de actuar como espías, convirtiendo esa mentira en una monstruosa verdad. Es decir, que Orwell llegó a España siendo un convencido antifascista, pero salió también como anticomunista que no dejó de denunciar el totalitarismo soviético hasta el último día de su vida.

Unamuno empezó siendo socialista, luego fue republicano. Con la llegada del Frente Popular en 1936, y las atrocidades, acabó aborreciendo a la República y proclamando su fe en el cristianismo y en la civilización occidental amenazada por el comunismo. En julio de 1936, cuando se sublevaron los militares contrarios a la República, Unamuno escribió alabándolos y defendiendo su causa. Mas cuando vio que las autoridades franquistas de Salamanca reprimían a los líderes obreros y las personalidades republicanas, Unamuno empezó a pensar que se había equivocado. Murió poco después, en diciembre de 1936. Eso justamente es lo que hace de Orwell y de Unamuno unos personajes tan incómodos y tan difíciles de manipular, y cuyas lecciones nos siguen resultando útiles. Por último, por qué no citar a nuestro profesor, alcalde cordobés y diputado Anguita, recientemente fallecido (16-5), como síntesis de Orwell y Unamuno, que intentó llevar la pedagogía de la coherencia a la política. Sus debates con Felipe González fueron famosos por el concepto programa, programa y programa, con respuesta a problemas concretos ciudadanos; quiso abrir ventanas del PCE formando Izquierda Unida, más tarde apoyó a Podemos y en el Parlamento trataba de denunciar cómo los derechos constitucionales eran realidad virtual si no se cumplían, que el ser de izquierdas no consistía en unas siglas sino ser honrado, correcto y coherente. La verdad que es referente político para el futuro de nuevas generaciones políticas, unos por su persona y otros por su ideología, e incómodo para otros también. Escribió varios libros autobiográficos exponiendo su legado político, y su libre y rebelde pensamiento.

* Licenciado en Ciencias Religiosas