Acaba de publicarse La sociedad del desconocimiento, de Francisco Serrano Ojea. Es cierto que miles de datos por minuto nos llegan por toda clase de conductos, pero no siempre proporcionan conocimiento. Abunda la comunicación y escasea la información. No es lo mismo información periodística contrastada que comunicación empresarial, gubernamental o partidista. El profesor Alfonso Albalá decía a principio de los años setenta: «Todo cuanto en un periódico, o en cualquier otro medio de difusión no busca satisfacer el interés social común, no es periodismo. Puede ser, como es la publicidad, comunicación pero no información». José Jiménez Lozano se adelantó en 1993 a lo que se ha agudizado hoy día: «La profesión se ha tornado irreconocible; ahora el periodista es un comunicador y por lo tanto no necesita ningún bagaje cultural ni intelectual, sólo precisa disponer de una cuantas técnicas harto fáciles y cuanto menos trastienda crítica posea mejor, será más efectivo». Efectivo para impartir desconocimiento en lugar de verdadero conocimiento. El ejemplo lo tenemos con encender el televisor. Todas las cadenas, algunas más que otras, programan «espectáculos informativos» cuya meta es excitar más que informar. Uno no sabe si atender al que habla o a las imágenes espectaculares. El presidente Quim Torra culpa de los disturbios catalanes a «elementos infiltrados»; sin embargo, él es quien los alienta. George Orwell en la Cataluña de la Guerra Civil olía a kilómetros el hedor de una mentira política. El lenguaje panfletario le producía asco: «Solo se podían decir dos cosas y las dos eran mentira». ¿Qué diría ahora?

* Periodista