Primeros años del siglo XX. Pasadas las vías del tren dirección norte, a unos pasos de una fuente para bestias y personas, que ya no existe, había un pequeño establecimiento donde se vendía tabaco y también servían copitas de aguardiente. Lo atendían dos mujeres muy discretas que, por su rostro e indumentaria, ajustada al cuello con lóbulos blancos, se asemejaban a las margaritas.

Más allá, desparramadas a un lado y otro del camino a Trassierra, las huertas de La Reina, Santana, Mª Luisa, Cortijo S. Francisco, Los Mudos, Castillo La Albaida... El estanco solía ser punto de parada, partida e incluso cita, con la del alba, para comprar tabaco y/o matar el gusanillo con un copazo de aguardiente, para algunos trabajadores, esparragueros, piconeros, tramperos y perolistas: «Nos juntamos en Las Margaritas».

A mediados de siglo en la Carretera de Trassierra aparece nuestra iglesia y se le llama Parroquia de las Santas Margaritas (¿...?); ya estaban la SUPE, la Metalgráfica, Campsa y Eraso (El Chimeneón) Y las barriadas con nombres de huertas.

Esta información no procede de una tertulia tabernaria ni peña, sino nada menos que del Ilustrísimo Señor D. José Mª Rey Díaz, cronista de nuestra ciudad desde 1922 hasta su muerte en diciembre de 1963 y catedrático de Geografía e Historia del Instituto de BUP, donde nos impartía cantidad de cultura y civismo, al margen de los programas de la asignatura. Ahora, injustamente, se le cuestiona en el callejero local por soportar estoicamente el franquismo, sin rebelarse contra «El Caudillo de España, por la Gracia de Dios» (¡Válgame Dios!).

P.D.: Seguimos sin poder leer lo que dice en la peana de la Cruz de Juárez.