No puede ser, pero es, que diría el castizo. La democracia no puede ser esto, este panorama, estos paisajes, estas situaciones tan lamentables como las que estamos viviendo. La democracia no puede ser que, en uno o en varios de nuestros pueblos, de 13 concejales, «mande y decida uno solo», al producirse empate a seis en las otras dos formaciones políticas. Lógicamente, ese «uno» no representa el «sentir y decidir popular en las urnas». Y así, suma y sigue. Si elevamos la realidad de algunos de nuestros pueblos, a nivel nacional, nos encontramos con idénticos paisajes. Desaparece el poder de las listas más votadas y queda ese poder en manos, en la palabra, en la decisión de un grupo minoritario, que impone dialécticamente o forzosamente sus condiciones. Así es si así os parece. España continúa sin Gobierno. La cuenta atrás se agota y Pedro Sánchez tiene de plazo hasta el 23 de septiembre para contar con los apoyos suficientes en el Congreso de los Diputados para renovar como presidente. De lo contrario, los españoles se verán abocados a ir a las urnas el próximo 10 de noviembre. Mientras tanto, «estrategias calculadas», «dimes y diretes», «vías alternativas» recorren con prisa las mesas de las negociaciones. Y en dichas propuestas, en las presentadas el pasado 20 de agosto por Unidas Podemos, aparece una «apuesta programática» que afecta directamente a la Iglesia. Entre las condiciones para que Pablo Iglesias vaya de la mano con Pedro Sánchez, Podemos plantea que «la Religión quedará excluida del horario escolar obligatorio y no se tendrá en cuenta para la media en ningún nivel educativo». Junto a esta medida, también exige «la recuperación para el bien común de los bienes inmatriculados indebidamente por la Iglesia». Y a callar todo el mundo. Una minoría, con aire de chantaje, quiere aplastar a una mayoría. Mientras tanto, el Papa Francisco afirma que «el Estado laico es una cosa sana. Hay una sana laicidad». Pero lo nuestro, al parecer, son los «órdagos laicistas», el enfrentamiento, por encima de los derechos. De pena.

* Sacerdote y periodista