N o se preocupe el lector por consultar el diccionario de la RAE (Real Academia Española) el título de este artículo, porque no aparece. Se trata de una palabra en lengua italiana que significa: Ley del Silencio, utilizada en argot mafioso como: «Código de Honor» entre sus miembros, por cuya violación por alguno, supondría ser eliminado.

Viene esto a cuento a la vista de las declaraciones del presidente Mariano Rajoy, la semana pasada, como testigo en el juicio celebrado sobre la financiación irregular del Partido Popular (PP). En ellas afirmó no conocer el detalle de las cuentas y en concreto, que «el presupuesto de las campañas se elaboraba por los servicios económicos del partido. El director de las campañas electorales, se debía única y exclusivamente al aspecto político». En un mismo sentido complementario, para ocultar estos probables tejemanejes, fueron las ambiguas respuestas, ante la comisión parlamentaria, de los antiguos extesoreros del PP el pasado 13 de julio, de no implicar a nadie. Solo el octogenario Naseiro reconoció balbuceante, que algunos cheques se recibían en los mítines que él entregaba al difunto Manuel Fraga. O sea una especie de «omertá» a la española. Con estos procedimientos, se hace muy difícil romper el bucle para hacer pagar a todos los responsables los delitos de robos a la ciudadanía. Aunque la policía se esfuerce en deshacer la trama Gurtel, y otras creadas para cometer muy graves infracciones.

Leonardo Sciascia (Racalmuto 1921-Palermo 1989) escritor y prolífico articulista en el Correo de la Sera, La Stampa y otros, sobre la difícil ruptura de la Omertá para conseguir la captura de la mafia siciliana, La Cosa Nostra. Cuenta una leyenda metafórica del carácter siciliano: San Antonio de Padua, predicando en Sicilia fue, avisado de que su padre había sido detenido acusado de homicidio. Urgentemente viajó a Lisboa y junto a los juristas se trasladó al cementerio para demostrar su inocencia. Abierta la tumba dijo al difunto: «¡Vamos, levántate y habla!, ¿ha sido mi padre quien te matado?». El muerto se levantó y dijo: «No, no ha sido tu padre». Los leguleyos le dijeron al fraile: «Ya que le has hecho decir que no ha sido tu padre, pregúntale ¿quién es el asesino?». El santo le contestó: «A mí me ha interesado demostrar la inocencia de mi padre; descubrir al asesino es vuestra tarea».

Y así están las cosas. Mientras no haya una prístina independencia de jueces y fiscales, como diría el castizo cordobés: «tontería que briegues».

* Ingeniero técnico de Telecomunicaciones