A la hora en la que estas líneas se convierten en tinta impresa, la televisión continúa desgranando estado por estado los votos electorales del próximo presidente de EEUU. Salvando las distancias, esta noche electoral es para el que sigue la política como esa madrugada que saborea el aficionado al Carnaval con la final del Falla, el cinéfilo siguiendo la gala de entrega de los Oscar o el amante a un deporte concreto cuando España juega en una de esas olimpiadas de horario raro.

El caso es que con EEUU nos podemos encontrar esta mañana con tres situaciones: que haya ganado Biden, que venciera Trump o que se tenga que recontar votos y los comicios se judicialicen, que es por lo que yo apuesto tras ver que en este maldito 2020 no está saliendo nada a derechas... ni a izquierdas. Y es lo peor que le podría pasar al mundo occidental: que las más firmes instituciones de la primera potencia se cuestionen y tambaleen por intereses de un grosero. Sería lo que menos ayudará a este planeta castigado por la pandemia.

¿Que qué hago escribiendo de cosas tan aparentemente lejanas como las elecciones de EEUU? Pues porque es importante para Córdoba. Verán: en Europa desde la Segunda Guerra Mundial nos hemos organizado con administraciones que votamos los propios europeos: ayuntamientos, parlamentos regionales, nacionales, el Europeo... Y luego está la administración y la Presidencia de EEUU, que no elegimos pero que condiciona nuestra vida diaria con cuestiones que conocemos bien, como la economía a base de aranceles y nuevos productos, tendencias culturales y sociales que van desde internet hasta el cine, costumbres importadas, etcétera, o marcando nuestras vidas con intereses semiocultos: multinacionales, farmacéuticas, industria del armamento, política exterior en general... Como ven, esa administración que no votamos manda mucho más en lo cotidiano que el ayuntamiento, la comunidad autónoma o los Presupuestos Generales del Estado.

Ciertamente, algo de interés objetivo ha perdido en esta década la noche electoral de EEUU cuando ya hay una sexta administración, la China, que nos condiciona también la vida muchísimo, aunque más sibilinamente que la de EEUU, habiendo comprado nuestra deuda nacional, haciéndose con las reservas de materias primas de Sudamérica y África, vendiéndonos todo tipo de productos, cambiando nuestra estructura comercial incluso a nivel de barrio...

Pero volviendo al tema, en algo los chinos jamás van a superar a EEUU: en la emoción que poseen las elecciones presidenciales de EEUU y que no tendrá en la vida el Congreso Nacional del Partido Comunista Chino de cada cinco años. ¿Que los chinos aplauden el discurso del jefe con mucha mejor coreografía? Es innegable. Pero ese toque Hollywood que saben darle los norteamericanos a su política, ese recuento empezando por la incertidumbre de Georgia y Virginia, esos estados claves de Florida y Carolina del Norte... ¡Eso es espectáculo! ¡Dónde va a parar!

Y disculpen si me he pasado de ironía pero, ¿acaso en este mundo globalizado alguien puede creerse que somos dueños de nuestra propia parcelita de democracia?