Una enriquecedora conversación nocturna y estival con D. Manuel Galeote, prestigioso docente de la Universidad malagueña, ha hecho reparar al anciano cronista en un hecho de indudable importancia de la vida cultural y, especialmente, universitaria del presente.

Desconoce el articulista si al oeste del Tajo y al norte de los Pirineos ocurría igual. Mas en la España del siglo XX, y de modo particular en sus decenios centrales, las «separatas», esto es, la publicación exenta de los artículos dados a la luz en la extensa y bien coordinada red de revistas culturales y científicas de la nación hispana, constituían el más poderoso instrumento de comunicación e intercambio intelectual de sus centros universitarios. El cursus honorum de su profesorado joven comenzaba ineluctablemente con el envío de sus trabajos iniciales a los maestros y catedráticos ya consagrados en el hermoso oficio académico, como igualmente a los colegas acompañantes de su ilusionada trayectoria; sin que tampoco se excluyera la remisión de tales trabajos a familiares y amigos interesados en el curso de esta. Al propio tiempo, la llegada o recibimiento de separatas consignadas por las figuras más destacadas del gremio implicaba, junto a una gran alegría, la prenda más segura de la inclusión en el reducido sector de los firmes aspirantes a ser un día servidores del Alma Mater en los lugares de máxima responsabilidad docente.

De aquí, como es lógico, el sumo cuidado puesto en la dedicatoria de las separatas de los profesores que iniciaban su andadura. Diversos autores han consagrado estudios de notable envergadura a la recopilación y comentario de tales textos con resultados de la mayor enjundia, tanto para el análisis de los usos vigentes en claustros y aulas de la mencionada época como para el de la propia condición humana. En los cultores de la inteligencia y del saber, los déficits y quebraduras de toda existencia son más llamativos y visibles, iluminando al mismo tiempo con toda patencia los defectos y reprobables ambiciones de no pocos de los integrantes de sus círculos.

Pero en la actualidad todo lo perteneciente al rico mundo de las separatas es ya un capítulo más de la de la historia contemporánea. Las modernas tecnologías han sentenciado inmisericordemente su fatal destino. Pueden, sin embargo, esperar con tranquilidad, llegado el momento, el juicio definitivo que aquella pronuncie. Si a su indudable utilidad científica, añadimos el goce habitual causado en sus autores y lectores, no se habrá de albergar duda acerca de su calificación; y, probablemente, en los mejores espíritus, tampoco ha de descartarse la gratitud hacia un medio cultural por el que, a las veces, discurriese la semilla de algunos de los frutos más serondos de la cultura occidental.

* Catedrático