Se celebra desde hace meses, y especialmente en estas semanas, un extenso programa de actos conmemorativos del 250 aniversario de la institución civil más antigua de Córdoba, su Colegio de Abogados. Entidad que aglutina a 2.200 profesionales del derecho y a la que han pertenecido en estos dos siglos y medio de historia desde jefes de estado a ministros, alcaldes, diputados, nobles e intelectuales y personalidades de toda índole que se vieron vinculados al ejercicio de la abogacía en algún momento de sus vidas.

Una entidad pujante y vigorosa, que bajo la batuta de su decano, José Luis Garrido, y su equipo de gobierno, desarrolla una ingente labor al servicio de la sociedad cordobesa. Pues no solo se trata de un colegio profesional que ordena la calidad en la prestación del servicio y la formación continua de los abogados colegiados, con una veintena de comisiones de trabajo y estudio, como la de responsabilidad civil, derecho penal, social, penitenciario, extranjería, menores, igualdad, medio ambiente, turismo, derecho hipotecario, deportivo, discapacidad, derechos humanos, nuevas tecnologías, honorarios o deontología; todas ellas atendidas altruistamente por letrados comprometidos. Sino también desarrollando actividades benéficas a través de la colaboración con entidades, y actividades culturales con certámenes literarios y pictóricos, exposiciones, con una coral y una compañía teatral, La Toga Teatro, que, en su 20 aniversario, acaba de concluir con notable éxito de público y crítica la representación de la obra de Carlos Arniches Es mi hombre. Todo ello, a la vez que dispone de una Corte provincial de Arbitraje, de un centro propio de mediación, o se encarga directamente de ofrecer a los ciudadanos un servicio gratuito de orientación jurídica, y de hacer posible un turno de oficio y asistencia a detenidos de calidad, en muchas ocasiones con medios precarios y mal retribuidos. No en vano, el Colegio de Abogados fue distinguido por el Ayuntamiento con la Medalla de Oro de la ciudad, en reconocimiento al cumplimiento de sus fines esenciales, entre los que se encuentra la defensa del Estado social y democrático de Derecho proclamado en la Constitución, y la promoción y defensa de los Derechos Humanos.

La abogacía es una profesión vocacional y exigente que trata de ayudar a las personas. Apasionante y compleja a la vez, que tiene algo de confesor y mucho de psicólogo, que te adentra en lo más profundo de los comportamientos humanos. Pero sobre todo desarrolla una labor útil a los ciudadanos. Fundamental para la defensa de sus derechos y el ejercicio de la tutela judicial efectiva. Como dice su Estatuto, es una profesión libre e independiente que presta un servicio a la sociedad en interés público y que se ejerce en régimen de libre y leal competencia, por medio del consejo y la defensa de derechos e intereses públicos o privados, mediante la aplicación de la ciencia y la técnica jurídicas, en orden a la concordia, a la efectividad de los derechos y libertades fundamentales y a la Justicia. Aún recuerdo con emoción, como si fuera ayer, las palabras del decano José María Muriel el día que presté juramento, reproduciendo el decálogo que escribiera el abogado y profesor uruguayo Eduardo Couture: «tu deber es luchar por el Derecho; pero el día que encuentres en conflicto el Derecho con la Justicia, lucha por la Justicia». Enhorabuena a todos los obreros de la toga, por tan dilatada y fructífera trayectoria de un Colegio ejemplar.

* Abogado y mediador