Pablo Iglesias ha vuelto a demostrar que esa especie de cátedra democrática que te dan los votos para mejorar la vida de los ciudadanos, también sirve, o mejor, sirve principalmente, para hacer de la demagogia doctrina moral. Esto, por supuesto, Iglesias lo dirige a un público que sea capaz de digerir sus propios prejuicios, emociones y miedos, mediante esa retórica suya donde la desinformación y la ignorancia culturalmente inducida pretende manipular realidades concretas. Para muestra un botón. Con respecto a la reciente donación de Amancio Ortega a la sanidad pública, Iglesias nos da una lección democrático--moral y nos dice que una democracia digna no acepta limosnas de multimillonarios para dotar su sistema sanitario, les hace pagar los impuestos que les corresponden y respetar los derechos de sus trabajadores. «Limosnas»; «multimillonarios»; «impuestos»; «derechos de los trabajadores». En estos cuatro conceptos es donde Iglesias recarga su moral demagógica para ignorantes, obviando las realidad verdadera, democrática y legal, que no es otra, como la de muchos otros empresarios, que la de que Amancio Ortega ha realizado libremente una donación de esos beneficios, después de impuestos, a la sanidad pública, gracias a que mantiene un modelo de empresa que no solo se basa en la óptima gestión del talento, sino en el compromiso con sus trabajadores. Pero Iglesias no habla de las vidas que la donación de Amancio Ortega pueda salvar, pues el populismo intenta acaparar la atención de la mayoría y los posibles enfermos y sus familias cuantitativamente no lo son, aunque moralmente tengan un peso cualitativamente solidario descomunal. Llegaríamos a la misma conclusión si realizamos un ensayo de qué hubiera dicho un fariseo de aquel escueto óbolo en lo material de la viuda evangélica. En todas las épocas ha habido demagogos.

* Mediador y coach