El 18 de febrero de 1949 (hoy se cumplen 71 años) falleció en Buenos Aires Niceto Alcalá-Zamora y Torres, presidente de la II República entre 1931 y 1936. Había salido de España para un viaje por el norte de Europa poco después de su destitución, y no volvió nunca más. En septiembre de 1939 se inició contra él un expediente por parte del Tribunal de Responsabilidades Políticas, como primera providencia fueron embargados todos sus bienes. Se le acusó de ser uno de los responsables, «por acción y por omisión, de haber forjado las subversión roja, haber contribuido a mantenerla viva durante más de dos años y a estorbar el triunfo providencial del Glorioso Alzamiento», a lo cual añadía que se le consideraba autor de una campaña contra los ideales de los sublevados a través de artículos publicados en la prensa francesa, y que su permanencia en el extranjero era prueba más que suficiente de su animadversión hacia la España franquista. Cargos tan graves condujeron a un fallo contundente, por el cual se le condenaba a una sanción económica de 50 millones de pesetas, que comprendía la totalidad de sus bienes, al extrañamiento por un periodo de quince años y una propuesta al gobierno de que se le privara de la nacionalidad española. La sentencia no se publicó en el BOE hasta el 28 de abril de 1944.

Desde que saliera de Francia en dirección a Argentina, en un viaje que duró 441 días (y que sirvió de título para uno de sus libros), don Niceto estaba convencido de que nunca volvería a España, ni siquiera cuando le llegó alguna propuesta acerca de que su retorno podría significar la devolución de sus bienes, pero según Guillermo Cabanellas, su respuesta ante esa posibilidad fue una negativa que tenía como base un argumento intachable: «Pretenden comprarme con mi propio dinero». A los dos días de su fallecimiento, en una carta dirigida a Franco, su consuegro Queipo de Llano afirmaba: «Decía que tenía la evidencia de que su condena entrañaba una monstruosidad jurídica, por la que había sido declarado culpable y él no podía volver a su Patria como un delincuente vulgar, acogido a una amnistía o a un indulto, porque al pedir cualquiera de las dos cosas, se declararía, implícitamente, como acusado con razón, lo que un caballero no podría aceptar nunca en un caso semejante». En la misma fecha, 20 de febrero, Diario CÓRDOBA publicaba una noticia de la agencia EFE en la cual se daba la noticia de su fallecimiento y de que su entierro se iba a llevar a cabo en el cementerio de Chacarita. Iba acompañada de una crónica de Félix Centeno donde se afirmaba: «Parece paradójico que un hombre como Alcalá Zamora no regresara a su patria, donde le esperaba la paz, la tranquilidad y el bienestar; pero todos los españoles conocemos su terquedad en cuestiones personales y en ello coinciden cuantos le trataron y han escrito sobre su época». ¿Cómo se puede confundir dignidad con terquedad?

La prensa argentina (Lealtad, Clarín, La Nación, La Prensa…) se hizo eco de su fallecimiento. También en España republicana, Antonio A. Sastre escribió: «Ha muerto con honra de español y de soldado de la Libertad. Ha sido un exiliado sin tacha. Ha estado clara, firmemente, sin retaceos, en el lugar que le correspondía. Y no dio al fascismo el deleite de una renunciación, siquiera mínima». Palabras de elogio hacia su persona tuvieron Martínez Barrio, Álvaro de Albornoz o Rafael Sánchez Guerra, e incluso en El Socialista se diría que había soportado el exilio «con dignidad enteriza». En conjunto, disponemos de una serie de obituarios recopilados por la investigadora Beatriz Ledesma Fernández de Castillejo y que verán la luz en una publicación que el Patronato Alcalá-Zamora de Priego presentará en su sede, la casa natal del presidente, el próximo viernes día 21, a las 8 de la tarde.

* Historiador