Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, estará contento. En las últimas semanas le han crucificado en los medios, convirtiéndolo poco menos que en un mártir de la fe. Sin ir más lejos, en este Diario CORDOBA le han llamado "cateto" y "torpe" (Rafael Mir), se ha descrito su carta pastoral navideña de "salida de tiesto" (Miguel Ranchal) y se ha pedido a la Fiscalía que actúe de oficio para que le saque "tarjeta roja" porque habría traspasado determinadas "líneas rojas" (Octavio Salazar). Realmente no creo que el señor Fernández, que ha sido profesor de Teología Dogmática y Soteriología (he tenido que buscar en Google cuál es el contenido de una asignatura tan peculiar), sea ni cateto, ni torpe, ni que tenga que ser procesado. Por el contrario, aunque no esté de acuerdo con lo que dice, defiendo su derecho a expresar sus opiniones heterodoxas por muy "salidas de tiesto" que les puedan parecer a la mayoría.

Esta cascada de descalificaciones y propuestas de censura ha venido a cuento porque el señor Fernández se permitió una metáfora brillante a fuer de polémica a costa de la fecundación in vitro , tildándola de "aquelarre químico". Se sitúa así el clérigo católico, nacido en un lugar que debemos mencionar: ¡El Puente del Arzobispo!, en una larga e ilustre tradición de enemigos de la ciencia y la tecnología, de Mary Shelley, que escribió Frankenstein o el moderno Prometeo como una requisitoria en toda regla contra la soberbia de los científicos que juegan a ser dioses, hasta Martin Heidegger, el gran filósofo del Ser que vaticinó el ocaso de la humanidad arrastrada por lo que consideraba la barbarie tecnológica: la reducción de todos los seres, sobre todo el humano, a mero instrumento, con olvido de que cada ser humano tiene un valor infinito y no puede usarse como medio para cualquier otro fin.

Es comprensible, desde su ideología religiosa, el rechazo visceral del señor Fernández a la fecundación in vitro porque en dicho proceso son "desechados" multitudes de embriones, que bajo su punto de vista están dotados de una cosa que denomina "alma". Por otra parte, aquellos que son transferidos al útero han sido seleccionados por su "calidad". Y aquí reside quizás el mayor problema que los contrarios a dichas técnicas ven en todo el proceso: la apertura de la puerta a la ingeniería social genética, a la eugenesia y a una selección artificial de la especie humana que, por su misma lógica, conduciría a una transformación esencial de la misma.

Filósofos como Nick Bostrom, de la Universidad de Oxford, no rechazarían la denominación de "aquelarre químico" para el proyecto de transformación de la condición humana, sino que lo harían suya de forma irónica, aplaudiéndola. El "transhumanismo" es la corriente filosófica que considera que la propia evolución ha evolucionado, de manera que ahora los seres humanos somos los gestores de los cambios evolutivos a través de la ingeniería genética (ahora ha llegado su turno de buscar en Google "CRISPR"). Fíjense en el perro que les hace compañía, por ejemplo, cuyos ancestros fueron orgullosos y salvajes lobos que se avergonzarían de ese descendiente que lame la mano que le da de comer. O, como sostiene el bioquímico José Miguel Mulet: "Hay más tecnología en un tomate que en un iPhone". Otros, como Ray Kurzweil, apuntan en la misma dirección de Bostrom, solo que contempla la evolución humana desde una perspectiva más bien de inteligencia artificial. Según la bola de cristal "futuróloga" del que es director de Ingeniería de Google, en el año 2049 se producirá la "singularidad", la fusión de la inteligencia humana con la artificial. ¿Han visto Terminator ? Que el obispo que tengan más a mano, a ser posible especializado en "soteriología", les pille confesados.

Cyborgs o "mutantes", o una combinación de ambos, el futuro de la especie humana pasará seguramente por una superación de la misma gracias a la ingeniería genética y a la inteligencia artificial. Francis Fukuyama ha descrito este proyecto transhumanista como "la idea más peligrosa de la humanidad". Sin duda. Pero como decía Hölderlin, "allí donde crece el peligro crece también la salvación". Permítanme que yo también les recomiende una serie, ahora que están de moda --las series y las recomendaciones de las mismas--: Humans , sobre unos robots que se rebelan contra sus creadores. Igual, al final de verla, lo que ha dicho el obispo no les parece tan idiota. Aunque da igual. Parafraseando a Quevedo, química somos, pero química enamorada.

* Profesor de Filosofía