Si no te gustan mis números, tengo otros. No sé si en algún momento de la historia, una estadística sirvió para reflejar una realidad de forma clara, aséptica, objetiva, veraz, pero de un tiempo a esta parte, los números se han convertido en moneda de cambio con la que maquillar la realidad, disfrazarla, adornarla o estropearla a la carta para quien presente el dato. Números elaborados al gusto del consumidor que rara vez cuadran y más rara vez aún se pueden contrastar. El último ejemplo, uno de tantos, ha tenido lugar hace apenas unos días, cuando el Ayuntamiento de Córdoba presentó los números sobre la actividad de la Oficina Municipal de la Vivienda. 700 desahucios parados en un año. La cifra me dejó loca. Cierto es que el concejal insistió en que en el lote se incluian desahucios «parados, paralizados y suspendidos», pero ¿acaso no son todos esos términos intercambiables a ojo de cualquiera? Y sin embargo, ese fue el truco de magia que hizo posible saltar de 72 desahucios parados en el 2017 a 700 en solo un año. La explicación del concejal al descuadre fue la siguiente: «Este año, los datos deben haberse procesado de forma distinta, en el 2017 dimos solo los desahucios parados y este año se ha metido todo en el mismo saco». Se han mezclado pues casos sobre los que se ha actuado dos o tres veces en un año, ejecuciones hipotecarias y alquileres, lanzamientos parados tras acordar un alquiler social, casos suspendidos en el juzgado y otros aplazados temporalmente. Aún así, las cifras no cuadran, máxime porque no todos se logran evitar y porque si se suman los parados por la Junta, el Ayuntamiento y las asociaciones a lo largo de un año la cifra resulta desorbitante. La falta de transparencia sobre la información facilitada, resumida en un dato grueso, sin pormenorizar, sin plasmar sobre papeles, impide ser contrastada. Pero es el modus operandi. Números, números y más números. Si no te gustan, tengo otros.