Los verdaderos paraísos son los paraísos perdidos» afirmó el escritor francés Marcel Proust, que se pasó la existencia «en busca del tiempo perdido», como si se tratase de la isla perdida de los bienaventurados. La nostalgia lo atenazaba y hacía que no esperara el amanecer del nuevo día, porque su rostro siempre se encaraba al atardecer del día anterior, irremediablemente transcurrido ya y, a sus ojos, aureolado de luz dorada. Con más realismo, otro gran escritor, Anton Chéjov, nos invitaba a descubrir la belleza de los nuevos paraísos, de los que podemos tocar y palpar, de los que percibimos en nuestros viajes y encuentros: «Casi siempre estamos a disgusto donde estamos. Y el pasado --donde ya no estamos-- nos parece hermosísimo»... De ordinario se evoca a la mujer de Lot como símbolo negativo: «Se volvió hacia atrás, hacia Sodoma y Gomorra, cubiertas de una lluvia de azufre y fuego, y se convirtió en estatua de sal» Génesis 19,26). No podemos caminar mirando hacia atrás, destilando un desprecio permanente del presente. No podemos encerrarnos en un lúgubre circuito de melancolía, una enfermedad de la psique, pero también del espíritu, que se congela y cristaliza, perdiendo todo dinamismo y bloqueándose en un pedante conservadurismo. Frente a esa melancolía malsana que nos paraliza, es importante la apertura mental que nace del encuentro con culturas diversas. El sabio, leemos en la Biblia, «viaja por países extranjeros y conoce lo bueno y lo malo de los hombres... El que ha viajado conoce muchas cosas... Muchas cosas he visto en mis viajes, he aprendido más de lo que podría decir». El texto constituye una invitación a adentrarnos en los «nuevos paraísos», a través de los viajes, de los encuentros, de los monólogos con nosotros mismos. Sería una pena que «viajar» se convirtiera en una «huida encubierta», haciendo verdad el pensamiento de Montaigne: «A quien me pregunta por las razones de mis viajes, le respondo que sé bien de qué huyo, pero no lo que busco». Las vacaciones nos ofrecen multitud de «paraísos», donde pueden morar inquietudes, anhelos, angustias y esperanzas.

* Sacerdote y periodista