A caballo entre la religión y la medicina, el chamán era una figura clave en las sociedades primitivas, Si alguien caía enfermo física o anímicamente se presentaba ante el brujo tan armado de fe en sus poderes como inerme por el propio estado de postraciónque impone la enfermedad. El brujo escuchaba y, tras inspeccionarle, quizá rodeándole varias veces, comenzaba a hacer su magia según un ritual específico y oraciones en una jerga incomprensible.

Pero los tiempos y las sociedades cambian y recuerdo cómo en las últimas décadas del siglo pasado el papel del brujo lo ocupaban los mecánicos. Si el coche tenía una avería, se llevaba al taller, santuario del chamán en donde el brujo, ataviado con el mono azul que le confería su superpoder, oía al paciente, daba dos rodeos, abría el capó, fruncía el ceño y, tras dirigirse a un compañero con esa frase cabalística que tanto miedo daba: «¡Paco, ven a ver ésto!», comenzaba el ritual de sanación con frases mágicas como «le ha entrado agua a la tapa del delco», «se ha abierto la junta de culata» o «está fundida la varilla del aceite», por decir algo.

Y en nuestro días, ¿cuáles son los nuevos brujos? Pues no son los médicos, porque la medicina es más científica que nunca y su jerga ya está al descubierto consultando Google. Los nuevos chamanes son los informáticos. Ahora, si hay un problema con ese objeto mágico que es el ordenador, se acude al informático con toda la fe y desarmado de ánimo, que da dos vueltas de ratón a la pantalla, frunce el ceño y tras las frases que tanto pánico causan al paciente «¿has almacenado antes? ¿Tienes copia de seguridad?» comienza su ritual exotérico de sanación con términos de un idioma ignoto.

Pero, como aquel brujo, y como demostró la reciente crisis global con el gran ataque de hackers a empresas, lo importante del informático no es si logra arreglar el problema o no, sino su existencia en sí. Su sola presencia da seguridad a una sociedad que ha convertido lo mágico en ciencia y la ciencia informática en sobrecogedora e incomprensible magia. Extraños tiempos éstos.