Pedro Sánchez será hoy el nuevo presidente del Gobierno de España. Gracias a los votos de Unidos Podemos, Compromís, ERC, el PDECat, Bildu y el PNV, el secretario general del PSOE se impondrá en la votación de la moción de censura, la cuarta desde la restitución de la democracia y la primera que acaba en éxito para su impulsor, una herramienta impecablemente democrática y constitucional. Sánchez ha aunado una coalición muy variopinta que solo tiene en común el deseo de desalojar a Mariano Rajoy y al PP de la Moncloa. En efecto, el debate no giró tanto alrededor de las propuestas de Sánchez como contra el actual inquilino de la Moncloa. «Es usted, aferrándose al cargo, quien asume la autoría de la moción», le afeó Sánchez a Rajoy. Esta ha sido la moción de la Gürtel. Ni siquiera Albert Rivera lo negó, cuando dijo que la corrupción ha liquidado esta legislatura.

Apenas una semana después de que el Congreso aprobara los Presupuestos gracias a los votos del PNV, serán esos mismos votos los que certifiquen la salida de Rajoy de la Moncloa. Sánchez ha protagonizado una espectacular resurrección política. En octubre del 2016 entregaba el acta de diputado tras la crisis interna del PSOE. Ahora regresa al Congreso y se impone en una moción de censura que ha demostrado ser una hábil maniobra política. Sánchez supo interpretar que la demoledora sentencia del caso Gürtel hacía inviable la continuidad de Rajoy. El PSOE, que tras su apoyo sin fisuras en la aplicación del artículo 155 de la Constitución parecía fuera de foco en pleno pulso entre el PP y Ciudadanos, volverá a ser partido de gobierno. No le será fácil gobernar con 84 diputados, pero ha logrado ahora lo que le resultó imposible en el 2016.

Ni el mismo Rajoy pareció entender la gravedad del momento hasta que se encontró en el estrado, ya más como líder de la oposición que como presidente del Gobierno. Enrocado en su propia versión, displicente con el candidato y poco elegante cuando decidió no acudir a la sesión de tarde, dibujó un escenario apocalíptico en todos los ámbitos, con Sánchez en la Moncloa. Instalado en el «y tú más», quitó hierro a la sentencia y reiteró que no ve motivo para dimitir. El líder popular ha pasado en una semana de verse con apoyos para acabar la legislatura a ser destituido. No es aventurado afirmar que lo acontecimientos atropellaron a Rajoy.

Tras ganar la moción, Sánchez afrontará el reto de gobernar. Rajoy y Rivera le auguraron una tarea imposible y le atacaron por aceptar el apoyo de los independentistas catalanes. Dentro del orden constitucional y estatutario, dijo Sánchez, hay espacio para el diálogo entre el Gobierno y la Generalitat. Las diferencias sobre el encaje de Cataluña son grandes, y la vía judicial condiciona la política, pero quizá se pueda abrir un nuevo tiempo tan incierto y difícil en sus resultados como peligroso para el propio Sánchez, cuyas bases no imaginan por el momento una compatibilidad posible entre el desafío frontal de los separatistas y el constitucionalismo sin fisuras que ha mantenido y debe mantener el PSOE. En cualquier caso, ojalá esta nueva etapa de transición hasta las próximas elecciones abra un camino de distensión y de regreso a la política en el mejor sentido de la palabra. Difícil, francamente difícil, lo tiene Pedro Sánchez.

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