La prensa local publicó ese mismo día amplios perfiles del magnate chino que había comprado el equipo de fútbol de la ciudad: Dong Liu, 45 años, casado y con dos hijos, informático con estudios de posgrado en Estados Unidos, multimillonario gracias fundamentalmente a una aplicación que ha revolucionado la distribución de artículos de ferretería en el mercado no solo asiático, amante de los gatos, aficionado al jazz, jugador de golf en los pocos ratos libres que se concede.

La compra del club ha supuesto la fulgurante capitalización de una entidad que estuvo a punto de desaparecer por culpa de la desastrosa gestión de los últimos presidentes. La cosa va en serio. Deudas saldadas con la Seguridad Social y con la Agencia Tributaria en cuestión de una semana. Pasta por un tubo para reforzar la plantilla con fichajes de calidad contrastada. Un milagro. El ascenso a primera como objetivo incuestionable. La campaña de abonos más exitosa que se recuerda.

Dong Liu llega a un aeropuerto cercano en su avión privado. Lo espera una comitiva compuesta por dirigentes del equipo que no saben muy bien qué va a ser de ellos. El ya expresidente intentó incluir en el contrato de compraventa una clausula para garantizar la continuidad en la cúpula directiva de gente de su confianza. Los representantes legales del comprador (que no se personó en las negociaciones) no entraron por el aro de admitir esa estipulación pero tampoco negaron la posibilidad.

En contra de lo que se esperaba, Dong Liu no llega rodeado de un numeroso séquito. Solo lo acompañan una traductora y un hombre con pinta nórdica y ademanes de consejero. Viajan en furgoneta de alta gama y cristales blindados. Almuerzo en restaurante selecto a pocas horas del primer partido de liga, derbi contra el otro equipo de la ciudad, recién ascendido a la categoría de plata abundantemente apoyado desde las gradas. Llegada al palco flanqueada por personal de seguridad. Ovación del respetable para el salvador. Saludos apresurados. A nadie se le ocurre hablarle en inglés. Todo el mundo le habla alto y despacio invalidando la presencia de la traductora. El alcalde. La presidenta de la Diputación. Delegados autonómicos de esto y de lo otro. Un empresario del ocio nocturno interesado en presentarle unas amigas al chino después del partido.

A lo largo del encuentro Dong Liu no se muestra muy expresivo. Economía gestual. Esta gente está hecha de otra pasta. A pesar de la derrota en casa por la mínima el magnate aplaude en pie al final del encuentro por lo menos dos minutos. El resto de asistentes al palco lo imita. El señor Liu debe regresar cuanto antes. Camino del aeropuerto rompe su silencio para decir que esperaba más pasión del público en la celebración de los goles. Sin dejar de mirar la pantalla del móvil, el asesor le aclara que el equipo que acaba de comprar es el de la camiseta azul, no el de la camiseta de rayas.

* Profesor