Por muchas proyecciones, estimaciones y cálculos previos que se hagan, la nueva Semana Santa de Córdoba no tendrá más ensayo que su propio desarrollo. Los estudios previos, imprescindibles como los planes de seguridad y emergencias, dejan preparado un escenario que vivirá su prueba de fuego a partir del próximo domingo, cuando las cofradías y sus imágenes comiencen su recorrido y devotos, público y turistas empiecen a moverse por las calles. Solo entonces podrán comprobarse los tiempos, los flujos peatonales, los aciertos y las incidencias de esta gran apuesta que supone el traslado de la carrera oficial al entorno de la Mezquita-Catedral.

La decisión de la Agrupación de Cofradías de llevar al corazón del casco histórico el tramo de paso obligado de sus hermandades, aunque siga inmersa en una polémica legítima, puede considerarse necesaria desde el punto de vista del deseo de situar nuestra Semana Santa en el enclave de máximo esplendor y belleza, como ocurre en otras ciudades, más allá de las connotaciones religiosas de acercarse a la Catedral como primer templo de la diócesis. Sale pues la carrera oficial del centro «funcional» de Córdoba para situarse en el centro histórico, generando una serie de dificultades que suponen un enorme esfuerzo organizativo para la Agrupación de Cofradías y para el Ayuntamiento, responsable de la movilidad y de la seguridad. Al respecto, el Plan Especial de Tráfico y Seguridad aprobado el viernes pasado por el equipo de gobierno local ha extremado las cautelas, y mañana será puesto en común con Interior en la reunión de la Junta Local de Seguridad. Este asunto ha tomado una dimensión tremenda por las dudas expresadas por responsables municipales de IU, que no tenían que haberse hecho públicas, máxime cuando esta formación aprobó también el viernes el citado plan de seguridad.

Otro punto de fricción reside en la instalación de sillas y palcos, hecha con un criterio de mantener la rentabilidad respecto de las semanas santas anteriores, pero que afectará a la movilidad de los asistentes, con el riesgo de impedir el disfrute y restar brillantez a ese nuevo itinerario pensado precisamente para dotar de más belleza al evento. No se cuestiona la legitimidad del cambio de trayectoria de la carrera oficial. En este momento no estamos en el debate sobre el «qué», sino sobre el «cómo», y habrá que considerar esta primera experiencia no con la rigidez de las decisiones permanentes, sino como una lección para tomar nota de aciertos y errores y seguir mejorando en sucesivas ediciones, siempre teniendo en cuenta que el interés prioritario es el de los ciudadanos.