En junio se cumplirán cuarenta y dos años de las primeras elecciones generales después de la dictadura. Tres han sido los partidos, que en este tiempo, han gobernado en España; primero una coalición tardo franquista llamada UCD, que se diluyó una vez cumplido su objetivo, luego el PSOE «descafeinado» de Felipe González y por último, el ultra liberal Partido Popular, con los restos y herederos del franquismo.

La tónica ha sido la de la alternancia entre estos dos últimos, conformando un bipartidismo imperfecto; la «imperfección» han sido siempre los partidos nacionalistas de Cataluña y País Vasco, que buena tajada sacaban de su situación de privilegio por culpa de la Ley D’Hondt y bien que callaban entonces los dos partidos.

En los últimos diez años, varias son las circunstancias que han marcado el devenir político en nuestro país, la primera, la crisis económica provocada por el boom inmobiliario, la corrupción --con cientos de imputados y hasta en la cárcel-- la «solución» a dicha crisis, que ha supuesto el empobrecimiento de gran parte de la población, la destrucción de los servicios públicos, la falta de futuro de la juventud, unos jóvenes que, según los mismos que la provocaron «nunca vivirán como sus padres», la secesión de Cataluña --de nuevo, con políticos en la cárcel-- y la aparición de nuevos partidos.

En este momento, para no tener que depender de los nacionalistas, también para que no llegue la extrema derecha al gobierno, ni que la opción del partido del «vendedor de mantas» Albert Rivera se consolide como bisagra y sobre todo, para que se recuperen los servicios públicos y los derechos laminados por el gobierno de la derecha, así como para que el PSOE haga lo que dice en la oposición y en los mítines y no cuando gobierna él solo, es un gobierno conformado por una nueva mayoría clara, entre Unidas Podemos y el propio PSOE.

Solo esa clara mayoría de progreso podrá darle solución a los grandes problemas de España, casi todos en el sentido contrario a lo que se ha hecho hasta la fecha (Portugal, es un buen espejo en el que mirarse) Así, que el voto realmente «útil» es el que se le dé a la gente joven, muy preparada y con nuevas ideas, de Unidas Podemos, que no hace política para la banca o el IBEX, pues solo tiene una «hipoteca» electoral: la de la clase trabajadora, la de las pensionistas, el funcionariado y lo público, las mujeres, los jóvenes y los autónomos.

* Exconcejal del Ayuntamiento de Córdoba por IU