Dentro de la reforma de la ley hipotecaria -aprobada este pasado jueves en el Congreso- se han incluido matices ciertamente proteccionistas en favor del hipotecado, aunque los legisladores han dejado en ella resquicios abiertos que serán aprovechados con total seguridad por los bancos para contrarrestar aquello que les sea desfavorable. Que es mucho. A modo de resumen, la nueva ley hipotecaria establece lo siguiente: a partir del mes de mayo, que será cuando entre en vigor, la banca tendrá que hacerse cargo del impuesto de Actos Jurídicos Documentados (los gastos del notario, el registro y la gestoría), y el cliente solo tendrá que atender los gastos de tasación; los intereses por demora no ascenderán en ningún caso el 3%; la nueva ley solo permitirá ejecutar a los bancos desahucios tras el impago de 12 cuotas o el 3% del capital concedido; y también, se incluyen otras medidas menores como el abaratamiento por amortización anticipada o facilidades para poder pasar un crédito de tipo variable a fijo. Hasta aquí, música celestial. Pero como decía al principio los legisladores se han dejado resquicios abiertos por donde los bancos se van a cobrar estas pérdidas. Que son: las comisiones y el interés a aplicar. Es más que probable que a partir de mayo la comisión de apertura para los nuevos créditos hipotecarios suba hasta el 1,5% o el 2% como ocurría antaño. Y que al índice referencial Euribor se incremente en los nuevos créditos por lo menos un 0,5% más. O sea, lo comido por lo servido. Y mi pregunta es, ¿hemos ganado en algo?