Iniciamos el verano agosteño con la certeza de haber obtenido un premio de 140.000 millones de euros con los que encarar los desastres de la segunda crisis económica (enorme) en una década. Con total probabilidad es lo único reconocible como positivo que ha sucedido en nuestro país en más de una década. Sin embargo, corremos la persiana estival en nuestros pueblos y ciudades manifestando igual ofuscación y enfrentados como hace dos meses: hemos achatarrado la buena noticia en menos de una semana palabra a palabra.

¿Por qué somos tan cenizos los españoles? Es de tal tamaño nuestro cainismo que embarramos con palabras calumniosas el hecho de que los miembros del gobierno aplaudan al presidente Pedro Sánchez cuando llega a la sala del Consejo de Ministros un día después de los acuerdos de Bruselas. Más o menos en el mismo espacio de tiempo, la derecha parlamentaria italiana en la oposición aplaudía al presidente Giuseppe Conte, de centro izquierda, por el mismo motivo al llegar este a la cámara italiana.

La batalla política española no parece siquiera la de partidos envenenados por el odio (pasión conocida que puede tener un final) sino la de desquiciados que apedrean sin más porque acaso han olvidado que representan al ciudadano. El asunto supera el calificativo de miopía política o enajenación de la realidad, se parece más al bandolerismo de los que buscan dividir (partir) las naciones o pueblos porque no aceptan, o no entienden, que el adversario político sencillamente gobierne.

Entramos en agosto con una buena noticia a pesar de todo, pero algunos procuran dar a entender que la lengua de fiebre y muerte del coronavirus bien activa sea también la llama que aviva a nuestro particular Lucifer, también llamado Pedro Sánchez, o Pedro y Pablo para los más versados.

¿Cómo es posible que la democracia española, que fue ejemplo en el mundo durante años, haya llegado a estar representada por unos insoportables que quieren segregarse (separatistas catalanes) y otros cuyo único afán sea reventar al gobierno legitimo en cualquier circunstancia y sobre todo cuando acierta?.

Aquí convivimos con más virus que el infecto covid-19 que no son precisamente de importación como se dice del corona virus, sino autóctonos. El gran ruido del momento no lo propician solo gobiernos extranjeros y empresas pagadas para mentir y desestabilizar, la resistencia más destructiva es la que enfrenta a unos españoles contra otros a los que no se acepta.

*Periodista