... en su desamparo y descalabro electoral, de la muy constitucionalista cofradía de “los sálvese el que pueda”, ha ofrecido en el Pleno de investidura del candidato del PSOE, señor Sánchez, un espectáculo que, por lamentable, patético y ridículo, es digno de comentar; y perdón por el tono jocoso con el que he querido iniciar este artículo, pero el desarrollo de dicho Pleno por parte del trío de Colón no merece seriedad alguna al respecto.

No obstante, como prólogo obligado de estos comentarios, es necesario poner de manifiesto la muy escasa vergüenza política de la señora Arrimadas -pues a ella me estoy refiriendo- cuando, en lugar de dimitir la misma noche del descalabro electoral del 10-N, decide continuar en la política -que le ha dado la espalda de forma rotunda y sin paliativos- y se autoerige, de la noche a la mañana y a pesar de todo, en una especie de adalid del centrismo, si bien falaz y fuertemente viciado hacia la derecha. Esa decisión para sobrevivir políticamente ha constituido, sin lugar a dudas, una negación, un desmarque del, hasta hace poco, su jefe de filas, con el que mantenía una simbiosis política total que la unía, irremediablemente, a su destino. ¿Acaso la señora Arrimadas no era corresponsable, junto con su jefe, de la deriva del partido y, en consecuencia, del desastre electoral del 10-N? A diferencia de ella, otros dirigentes de su organización, de menor peso político en la misma, asumieron su parte alícuota de responsabilidad en los recientes resultados electorales y se fueron, o han anunciado que se irán una vez celebrado el congreso extraordinario anunciado para el mes de marzo.

Dicho esto, hemos de glosar el espantoso ridículo de Inés de las infamias -nuestra protagonista- en el Pleno de referencia. En primer lugar resultaba patético observar cómo se autoproclamaba lideresa del centro político español con tan sólo diez diputados y con un discurso rayano en el odio y repleto de groseras descalificaciones y auténticas falacias que, en numerosas ocasiones, sobrepasaba por la derecha a sus aliados que, podríamos calificar ya, de naturales. Pero su desafortunada osadía política -que provocaba vergüenza ajena- la indujo a pretender abanderar e implantar, como solución a los problemas de España, la vía del 221. No, no se trata de un juego sexual. Lo que quería la señora Arrimadas, con el fin de salvar “su pellejo político”, era conformar una “santa alianza”, del gusto de determinados poderes fácticos, con el PSOE (120 diputados), el PP (89 más 2 de Navarra Suma) y ella en medio con sus 10 diputados. El evidente ridículo de su propuesta radicaba en que, para formar esa nueva mayoría parlamentaria, ella, con sus diez diputados, estaba totalmente de sobra, ya que los 211 diputados del PSOE y del PP (más Navarra Suma) eran suficientes. Así lo entendió el PP que no le hizo el más mínimo caso.

En segundo lugar tengo que referirme a la falta del más mínimo estilo y nivel político de la “guardesa” del centrismo español cuando, de forma insistente, reiterada y desesperadamente animaba a los diputados del PSOE presentes en la Cámara para que votasen en contra de su propio candidato, el señor Sánchez. Es decir, estaba induciendo al transfuguismo y a la traición política de forma pública y notoria sin el más leve sonrojo, pecados políticos ambos de una bajeza imperdonable. Y esta señora se erige en la adalid del centro político español ¡Menuda broma!

Con relación al PP me remito al excelente artículo de Carmelo Casaño publicado el día 8 de enero en el diario Córdoba con el título La legislatura de la bronca, cuya lectura me ha producido un especial deleite intelectual y político y al que no cabe añadir nada más. Omito, por razones obvias, cualquier referencia a la representación mitinera y, por lo tanto, grosera y extraparlamentaria del partido político que Vd., inteligente lector, puede adivinar.

* Economista