El pasado martes, 10 de junio, pude leer con satisfacción en este periódico una carta ilustrada firmada por Blanca Martínez Carrascosa, a favor de la recuperación de la Rosaleda de los Jardines de Agricultura, cuyo contenido subscribo.

En la foto que adjunto se ve el estado actual de dicha Rosaleda: en primer plano, envuelto en un enrejado metálico tenemos un antiguo y caudaloso pozo, cuya agua se bombeaba a primeros del siglo pasado a la torre de estilo neomudéjar que se ve al fondo, distribuyéndose desde aquí hasta todos los puntos del nuevo eje ajardinado del Paseo de la Victoria, que nuestros antepasados construyeron con orgullo en el siglo XIX, como símbolo de la modernidad de la ciudad.

En esa época no existía el Canal del Guadalmellato, y nuestra ciudad se surtía de agua potable a través de más de diez conducciones distintas, procedentes de diversos veneros ubicados en la falda de la Sierra e intramuros, debiendo la mayoría de las personas acudir a la fuente más próxima para acopiar agua potable, ya que la de los pozos estaba contaminada por los pozos negros. Fue entonces cuando nuestros regidores apostaron por un lugar de esparcimiento para todos los cordobeses sin menoscabo de las capacidades hídricas de la ciudad, y en 1866 nació el proyecto de riego de los jardines, que no se llegó a materializar hasta 1894, eso sí, con una torre metálica que poco después se substituyó por la que, por ahora, podemos ver en su enclave original.

Pienso que es un ejemplo de lo que ahora llamamos "sostenibilidad" el aprovechamiento del acuífero existente en la zona, y de "modernidad" dotar a la ciudad de un pulmón verde, el cual, cada vez más, parece un pulmón de acero. Es simplemente una cuestión de respeto por los ciudadanos y por sus mayores.

Manuel Martorell Martínez

Córdoba