Me refiero, por supuesto, a nuestro planeta. Nos está diciendo, por todos los medios que tiene a su alcance, que sufre y agoniza a causa de cómo lo maltratamos. Nosotros, en nuestro vanidad enfermiza, no queremos escucharlo, ni siquiera tomar conciencia de ello, porque aún no nos queremos enterar de que todos vivimos en él, de que desde lo más minúsculo, como pisar una flor, a lo más visible, como un incendio, nos afecta a todos. No vemos que tal como nos estamos tratando a nosotros mismos, tratamos a todo lo que nos rodea. Nuestro planeta es el reflejo de nuestra alma, y más en este occidente egoísta al que hemos abocado. El consumismo nos ha convertido en individualistas, y formamos una masa informe, estúpida, pendiente cada cual de sus banalidades. Todo lo que no es rentable para ser comprado o vendido, se desprecia y hay que eliminarlo, tanto si es objeto, planta, animal, persona, tiempo. Así, los niños, los ancianos, los pobres, los enfermos, como no producen, sobran en esta sociedad hedonista, que vive llena de espejismos, en la perpetua fantasía de la eterna juventud, de que va a permanecer siempre, de que el sufrimiento le sucede a otro, de que todo se soluciona con dinero o con poder, no pensando, no viendo, no tomando conciencia nada más que del interés propio. Y esto nos lleva a no valorarnos como seres humanos; es decir, a perder el sentido de la dignidad, de que es mejor morir antes que ser usados, humillados, utilizados por otros para sus intereses, sus caprichos, sus violencias, sus mentiras, sus manipulaciones y sus necedades. Hemos construido un mundo de niños, que juegan a adultos, a sabios, a comprometidos, a libres, cuando la realidad es que no somos capaces ni de comprometernos con no tirar un papel al suelo, con no contaminar, con no cuidar de nuestro cuerpo y nuestra alma, evitándoles mentiras, tensiones, falsedades, drogas, malos tratos, faltas de respeto, estrés, incomunicación. Y si hacemos esto con nosotros y nuestro tiempo, que se sobreentiende que es lo que más queremos, qué no vamos a hacer con nuestros hijos, nuestros compañeros en la casa, en el bar, en el autobús; con la persona de otro sexo, otro país, otra raza, otra religión; con el animal, el pájaro, el árbol, el río, el bosque, el aire, el cosmos, Dios.

* Escritor