El título da mucho de sí, ya que se presta a un inmenso abanico de enfoques. Literariamente la nostalgia da pie a la reflexión sobre el qué nos ha pasado para estar como estamos; el Regeneracionismo de Lucas Mallada, Damián Isern, Joaquín Costa, Ángel Ganivet y el más refractario de todos, Ramiro de Maeztu, ponen el dedo en la llaga cada uno a su manera. Lo cierto es que el despropósito de la invención de los Reyes Católicos del concepto y unidad que vino a llamarse España con el paso del tiempo, se produjo en parte a costa de prohibir el cultivo de otras lenguas peninsulares que habían contado con obras tan reverentes, como la del caballero Tirant lo Blanc, las gallegas Cantigas de amigo o las De escarnho e mal dizer; por lo demás, resulta curioso que el rey Alfonso X escribiera en gallego una parte de su producción y que esta lengua fuese considerada culta en el siglo XIII, en las cancillerías. La de Tirant, del valenciano de Gandía Joanot Martorell, fue una obra muy celebrada por Cervantes, que la salvó de la hoguera en el escrutinio del Quijote. Joanot Martorell, cuñado del gran poeta Ausias March, hubo de aparecer juntamente con el anterior en antologías de literatura valenciana y catalana.

Únase a lo anterior la idea de que había cogido España y el Imperio su particular cuesta abajo a partir del reinado de los Austrías, a lo que se añadiría el despropósito borbónico. Y más, en esta etapa los escritores del decadentismo regeneracionista tuvieron en común con los noventayochistas -Azorín, Baroja, Machado, Unamuno, Valle-Inclán...- el que procedían de lugares diversos de la piel de toro y coincidían en el diagnóstico. Hay muchas coincidencias con la España actual, en la que personajes de la vida pública han evolucionado de pensamiento en direcciones opuestas; lo cierto es que el periodismo atesora un buen número de ellos.

Llegó a suponerle el psiquiátrico o frenopático en que murió al balear Damián Isern, el cual había vivido en un barrio muy vigente en el Madrid actual, el barrio de Malasaña. La diferencia tal vez esté en el hecho de la vigencia creciente de las fake news, traducido al román paladino como noticias falsas. Lo cierto es que los jueces tienen mucha tarea con los dimes y diretes que generan, en tanto que algunos letrados hacen de ello su particular agosto. Melquiades, personaje de Cien años de soledad muestra en Macondo el caleidoscopio, colorines ilusionados con formas caprichosas que hacen pensar en mundos de fantasía; adquieren corporeidad en este tiempo, donde personajes sin relieve cuentan sus vivencias, en una variante trasladada del panes et circenses, cuando para el emperador no soplaban vientos favorables en Roma.

España perdió dos simbólicos trenes que tenían como destino último la llamada modernidad. Nos venían de Europa y no nos alcanzaron ni de soslayo, fueron el triple lema del ascenso de la burguesía en Francia bajo el prisma de la libertad, igualdad y fraternidad. La revolución industrial también nos cogió desprevenidos salvo retazos para alguna zona española cercana ya a la frontera; una colilla soltada en el suelo por un ciudadano en Estocolmo puede ser motivo de denuncia para el que observa este comportamiento o la terrible acusación de chivato por parte del que tiene esta conducta en España. Se puede sintetizar con una frase lapidaria de un agudo observador con aquello de que el problema básico de este país es la ausencia de sentido colectivo. Hemos aceptado como algo preciso una inmensa colección de estadillos, informes o dosieres, evaluaciones de resultados por escrito, que tuvieron en Francia un país de acogida que luego los exportó. Y casi sin pensarlo nos hemos ido alejando de la realidad, con lo cual se cumple un dicho que tiene su qué, como es, vamos a cambiar algo para que todo siga lo mismo. Se nos decía en un Manual de Historia del arte y de la cultura de sexto de bachillerato allá por la segunda mitad de los sesenta que un nuevo modelo de sociedad estaba presta a nacer en la que las máquinas, entiéndase modernos ordenadores, estarían al servicio del hombre hasta desembocar en lo que se vino a llamar civilización del ocio.

Los italianos tienen una frase que recoge un gran sentimiento de impotencia, «porca miseria», por la falsedad que encierra en gran medida, y eso por darle un cuarto al pregonero. Las fake news siguen la misma corriente del sensacionalismo informativo, que no sabe uno bien por qué ha adoptado el color amarillo. Una de las fake... es que trece mujeres -las trece rosas- víctimas de un proceso en el que no podían defenderse, fueron tildadas de crueles y asesinas. Cosas veredes.

* Ensayista