La joven mallorquina que desapareció en París el 1 de mayo ha sido encontrada, reconocida por su padre en un hospital en la que la ingresó la policía al hallarla desorientada. Su desaparición creó gran angustia, miedo por lo que hubiera podido pasarle, máxime al encontrarse en un parque su mochila. Ahora, su familia pide respeto a la intimidad, tiempo para reconstruir lo sucedido, para que esta estudiante de 22 años se recupere. Pero el ritmo de algunos medios de comunicación, especialmente televisivos, consiste en alimentar el morbo. Y el público se ha acostumbrado. ¿Nos basta con saber que Natalia está bien o tenemos que entrar a saco en su vida? Si no hay por medio un secuestro o hechos delictivos, lo mejor sería dejarla seguir su camino.