Está costando tiempo y esfuerzo -sobre todo por parte de quienes siguen viendo la calle más como un foco de inseguridad que de atractivos-, pero poco a poco se va imponiendo esa nueva normalidad que no sabemos en qué consistirá, solo que estará salpicada de recelos. Sin embargo, hay que seguir adelante. La maltrecha economía que deja atrás el coronavirus, por más que ayudas oficiales y autoempeño empresarial traten de salvar los muebles a toda costa, exige hacer de tripas corazón y dar pasos firmes -pero que sean seguros, por favor- en esta desescalada a la que parece que ya se le empieza a ver la punta. Cierto es que ayuda la necesidad de respirar el horizonte sin techo de la vía pública, aunque sea para saborearlo en la terraza pautada del bar de la esquina entre el quita y pon de la mascarilla. Y, por supuesto, las ganas de volver a ver a familiares y amigos, si bien con tanta norma anticontagio -que hay que cumplir a rajatabla, seamos serios porque nos jugamos mucho- el reencuentro embozado y distante acaba siendo un motivo más de frustración.

Pero la vida sigue a pesar de todos los peros. Y se abren nuevas ventanas en la que durante más de dos meses ha sido nuestra celda de confinamiento. Para los de aquí y, si como se espera pasamos en unos días a la tercera fase de esta libertad a plazos, para los que puedan ya llegar de otras partes del país, esperemos que trayéndonos más alegrías que sobresaltos. Porque no se trata solo de borrar límites físicos y psicológicos, sino de engrasar la principal maquinaria de desarrollo que tiene Córdoba, el turismo -aunque las primeras necesidades de la cuarentena han vuelto a poner en su sitio la agricultura y la ganadería-. En tal sentido, mientras sigue ensanchándose la oferta hostelera y comercial, reabren sus puertas al público -con todas las medidas de seguridad que cabe suponer- algunos de los mejores escenarios ligados a la esencia de Córdoba. Lo hizo primero la Mezquita-Catedral, cuyo prodigio arquitectónico puede ahora contemplarse en un recogimiento sin colas ni masas con solo mostrar el carnet de identidad. Ha abierto también el Centro de Creación Contemporánea (C3), y desde el pasado martes, los jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos y los espacios abiertos de Viana, resumen palaciego de los patios que este mes de mayo nos hemos quedado sin disfrutar, como tantas otras cosas. Y se anuncia para el próximo lunes la reapertura de las taquillas del Gran Teatro y del Góngora, eso sí, con cita previa, lo que aporta una nota más de esperanza al retorno de las viejas costumbres.

Son iniciativas provenientes del mundo de la cultura, uno de los flancos sociales más azotados por la crisis sanitaria y que más alto pide recuperar lo perdido. Pero también hacen mucho bien campañas promocionales como la anunciada en tres etapas (junio, agosto y otoño) por el Patronato Provincial de Turismo. Comienza aquí tu viaje la han llamado, y a falta de momento de más anchas perspectivas, busca atraer al visitante cercano. Será una buena ocasión de viajar a nuestros pueblos y de que estos acorten distancia con la capital. Una costumbre que no debe perderse cuando por fin vuelva a la normalidad o algo parecido.