La inventiva que le echan los partidos políticos a unas cosas, no sé por qué no la emplean en todo. Verán a dónde quiero llegar.

Ya hace tiempo me asombraba la poquísima imaginación de la hostelería de la Costa del Sol para darle nombre a los establecimientos. No parecían muy preocupados por la diferenciación. Bastaban cinco palabras combinadas (sol, costa, mar, playa y sierra) para denominar a todo bar, cafetería, restaurante, hotel, hostal y chiringuito desde Nerja a Torre del Mar: Costa y mar, Sol y playa, Playa y sierra, Mar y playa... Era como a principios de los 90 con los nombres que les ponían las distribuidoras a las películas de moda, sobre todo las de acción, con seis o siete términos (alerta, atracción, emergencia, venganza, rescate o arma) y unos pocos adjetivos terminados en «al» (falta, letal, mortal, final) y... a correr.

Al menos, algo más se lo trabajaban los grupos de la Movida de los años Ochenta, aunque tantísimas bandas empleasen un sustantivo y un adjetivo, casi era la norma, para darse nombre: Parálisis Permanente, Objetivo Birmania, Ejecutivos Agresivos, Glutamato Yeyé, Radio Futura, Golpes Bajos, Danza Invisible, Seguridad Social, Siniestro Total...

Pues bien, en cuestión de nombrar asuntos y explicar situaciones, me extraña que en un mundo como el de la política convivan situaciones de alto ingenio con frases tan manidas, típicas y obvias en los discursos que llegan a lo absurdo. Me refiero a expresiones tópicas como «acatamos las decisiones de los jueces» (¡faltaría más! ¡Lo contrario es un delito como la copa de un pino!), «aceptamos lo que diga la mayoría» (como si le quedase otra opción que no pase por dar un golpe de estado) o «estamos en contra de la violencia», cuando la noticia sería que alguien dijera lo contrario. ¡Si hasta Adolf Hitler usó estas mismas palabras sin rubor alguno en un discurso, «somos pacíficos y estamos contra la violencia»; y se quedó tan pancho!

Pero, a lo que voy: ¿cómo es posible que con tan poca imaginación para los discursos en la política todas las decenas de partidos políticos, y desde hace cuatro décadas, cuando llegan sus congresos, convenciones y primarias, incluso las más locales, con apenas seis conceptos (futuro, unión, ilusión, cambio, libertad y fuerza) sean capaces de sacar un lema nuevo cada vez y sin repetirse? Asombroso.