Miguel Hernández no, señor Méndez Vigo. Miguel Hernández le queda a usted demasiado grande, demasiado digno para ser utilizado como instrumento de desprecio. Mientras Irene Montero arrojaba verdades como puños, tachándoles de corruptos e incendiarios de la convivencia, usted se refugió en dos libros. No es que le arrebatara una repentina pasión lectora, solo quería mostrar que las palabras de la portavoz de Unidos Podemos no le parecían dignas de ser escuchadas. Uno de los dos libros que escogió fue un recopilatorio de poemas de Hernández. Y ahí no, señor ministro de Cultura, ahí fue demasiado lejos con su propósito de ofensa. Porque no solo estaba humillando a los más de cinco millones de ciudadanos que representa Montero (seguro que muchos más compartían sus críticas), sino que se parapetó en las palabras de un poeta de luz, apasionado de la vida y de la lucha por un mundo mejor. Un hombre que la dictadura de las sombras condenó. Murió en prisión, a los 31 años, y nos robaron sus palabras. «Ay España de mi vida, ay España de mi muerte», cantó Hernández. Quizá llegó ayer a ese verso incluido en el recopilatorio que leía. ¿Lo leía, realmente? Si es así, ¿no sintió en ningún momento una pizca de vergüenza? Su desdén y su arrogancia es un fiel reflejo de esa España que el PP ha esquilmado, burlado y embrutecido. Qué lejos queda su España de la que soñó el poeta. No utilice su obra, señor Méndez Vigo, no la utilice en vano.

* Escritora