Chicho Ibáñez Serrador no tiene solo dos películas. La Academia de Cine ha anunciado que el Goya de Honor 2019 es para él. No es una decisión sorprendente: lo sorprendente es que no se lo hayan dado antes. Y, por supuesto, es una decisión maravillosa que medios de comunicación y redes sociales han recibido con cariño. Sin embargo, no puedo evitar que me parezca llamativo que, en un momento en el que se nos llena la boca de reflexiones sobre el cine como algo que trasciende al medio, se haya afirmado que Chicho solo tiene dos películas: La residencia (1970) y ¿Quién puede matar a un niño? (1976).

De ser eso verdad, el premio habría sido igual de merecido y sensato por varias razones. Una, porque la Academia no ha estado tradicionalmente atenta al cine fantástico y de terror. Otra, porque son dos de las mejores películas que ha dado nuestro cine: ¿desde cuándo es mejor director el que tiene más películas? Y una tercera, porque ¿Quién puede matar a un niño? es uno de los títulos más importantes del terror moderno. Igual no hace falta recordarlo, pero la influencia internacional de esa película perfecta en el trabajo de otros cineastas es abrumadora. La cumbre de Chicho resuena en casi todas las obras de terror posteriores que cruzan infancia y maldad (Ellos, The children o Vinyan). Pero la realidad es que no tiene solo dos películas. Tiene, sí, dos largos concebidos para el cine. Pero tiene muchas otras películas de terror, fantásticas, de ciencia ficción y de suspense que nos han marcado a todos, a los que hacen películas de género y a los que las vemos y amamos. Sin ir más lejos, en los episodios de sus televisivas Historias para no dormir, más largos o más cortos, exploró y exprimió el cine de género de un modo que pocos directores con «más películas» han hecho jamás. Su manera de armar las historias y utilizar los recursos audiovisuales para crear pesadillas que aún nos persiguen están por encima de cualquier recuento parcial y desconfiado.

* Periodista