Hace tiempo oí a un pedagogo decir que nuestra sociedad está mitificando comportamientos de la infancia, creyéndose a pie juntillas los estereotipos de las películas de Walt Disney. «Por supuesto que los niños, en general, son inocentes, pero los tratamos como si fueran angelitos que no pueden hacer ninguna maldad, y no lo son. Y por supuesto que no entienden de sexo, pero los tratamos como seres asexuados sin niguna pulsión, y tampoco lo son», venía a decir.

Viene a mi memoria aquella reflexión porque en estos tiempos, en donde la adolescencia al menos en muchos modos se extiende hasta los 30 años, cuando se deja de estudiar y de hacer licenciaturas, doctorados y másteres o con una tendinitis en el pulgar de darle al mando de la videoconsola, resulta que cualquier niño a los 13 años ha tenido todo el acceso a todo tipo de porno en internet (y cuando digo «todo» es «todo») durante prácticamente el tiempo que ha querido.

Y es que nos encontramos con unos padres desbordados por el trabajo y que ya no pueden ni supervisar a sus hijos (de educar, ni hablamos), además de una escuela en donde no se puede plantear como en otros países algo parecido a una asignatura de Relaciones Afectivas (algo que esté entre la mojigatería de la moral tradicional y la bien pensante, políticamente correcta e inútil de la progresía), porque aquí enseñar conductas éticas es un follón y un campo de batalla político, un visceral desacuerdo que en sí mismo es de las cosas más antiéticas de esta sociedad.

Pero supongo que algo habrá que hacer con estos niños-víctimas, niños-verdugos o ambas cosas a la vez, porque no me parece casualidad que en la edición de hace cuatro días Diario CÓRDOBA recogiera la noticia de la detención en Cádiz de un menor por violar a una mujer de 23 años y a otra de 42, mientras que en el periódico de ayer aparecía una nueva información sobre el supuesto caso de un niño de 9 años violado por otros cuatro menores en un centro de la comarca de Cazorla, los 54 años de prisión a los que se condenó a un joven en Sevilla por agredir sexualmente a cinco hermanos de una familia y la investigación de dos hermanos de 14 y 11 años por abusar de un menor discapacitado intelectualmente en Málaga. Y hoy... suma y sigue.

Ya digo: algo se tendrá que hacer. Vamos, a menos que ya estemos viendo normales estas bestialidades.