Ahora que estamos a vueltas con la imprescindible exhumación de los restos de Franco, se puede observar que el problema no radica en los restos de este criminal dictador, sino en la profunda huella que su ideología todavía imprime en la sociedad española. En nuestro país, cada vez que se produce un debate, aparecen posiciones de extrema derecha, contrarias a la democracia y los derechos humanos, pero que se ofenden cuando se les indica su orientación ideológica. Ellos, ellas, no son fachas.

No, no son fachas. Pero cuando se habla de emigración o cuando se produce alguna entrada irregular de inmigrantes, inmediatamente alzan sus voces para hablarnos de invasión o promueven bulos en los que se habla de lo bien que se trata a los inmigrantes frente a los españoles. La inmigración pareciera un privilegio, un entretenido pasatiempo que te garantiza un final feliz, lleno de dicha. En su imaginario, los CIE deben de ser hoteles de cinco estrellas. Claro que cuando el inmigrante calza botas de fútbol o baloncesto, es rico, gana una pasta y, encima, defrauda a Hacienda, los gritos se odio se tornan en rendida pleitesía.

No, no son fachas. Pero cuando se propone desmontar el mausoleo de un sangriento dictador fascista, tuercen el gesto y empiezan a aburrirnos con su repetida retahíla de que hay cosas más importantes, que no hay que mirar al pasado, que no es conveniente abrir heridas. Porque en realidad, para ellos, Franco fue algo autoritario, sí, pero poco más y, en esa línea, cuestionan una represión que dejó miles de muertos en las cunetas.

No, no son fachas, pero cuando miran al pasado, que también lo hacen cuando les conviene, encuentran todos los defectos en el único y brevísimo período democrático de nuestro país, la II República, y deducen, así, que el golpe de Estado fascista, con sus cientos de miles de víctimas y sus cuarenta años de terror, fue algo poco menos que provocado por la situación social, en un análisis muy parecido al que hacen los chilenos defensores de las atrocidades de Pinochet.

No, no son fachas. Pero cuando hablan de la Guerra Civil, además de responsabilizar de la misma a la democracia republicana, nos dicen que no hubo ni buenos ni malos, que todos cometieron excesos. Y si es cierto que en toda guerra se cometen excesos -las bombas nucleares de la II Guerra Mundial son buen ejemplo--, también lo es que cuando una guerra es entre democracia y fascismo, como nuestra Guerra Civil o la II Guerra Mundial, la opción de un demócrata está clara.

No, no son fachas. Pero les molesta sobremanera que España sea un país culturalmente diverso, enriquecido por varios idiomas además del castellano. Con los mismos tics del franquismo, quieren imponer una España plana, su España, en la que solo hay una lengua indiscutible y una religión legítima.

No, no son fachas, pero jalean a la Guardia Civil al grito de «a por ellos» cuando alguien se sale de su norma y desempolvan su rojigualda, los mismos colores que impuso el franquismo, para defender la patria. Una patria que solo es amenazada por emigrantes o separatistas, pero en la que campan por sus respetos evasores fiscales a los que votan una y otra vez.

No, no son fachas, pero lanzan campañas para defender el castellano, al parecer amenazado por las otras lenguas del país. Sin embargo, no consideran necesario defenderlo frente a la asfixiante presencia del inglés en nuestra vida cotidiana y su estúpida tiranía en el ámbito académico (que obliga en la Universidad a titular, por ejemplo, los trabajos de fin de grado en castellano e inglés, o a presentar las programaciones de las asignaturas en ambos idiomas).

No, no son fachas, pero les molesta la diversidad sexual, el feminismo y cuando a alguien se le ocurre hablar de derechos humanos corren a calificarle de comunista o perroflauta.

No, no son fachas, pero buena parte de las cosas que les parecen normales y que no hay que tocar -un mausoleo a un dictador, fosas comunes, fundaciones que exaltan el fascismo- estarían prohibidas o generarían escándalo en todos los países democráticos de nuestro entorno. No, no son fachas. Pero lo parecen.

* Profesor de Filosofía. Universidad de Zaragoza