No quisiera con estas líneas ser agresivo sino ayudar a reflexionar, no sin antes felicitar al nuevo Gobierno inaugurado. Y es que, como ejemplo reciente que puede servirnos para otros muchos casos, decir a Pablo Iglesias y a Irene, que la historia del famoso chalé me ha confirmado en la infinita capacidad que tenemos los humanos para engañarnos a nosotros mismos, encontrando justificaciones para egoísmos inconscientes. De esos engaños quisiera hablaros en este artículo.

Ante el chorro de críticas surgidas, se justifican diciendo que solo se busca lo mejor para los hijos: que puedan ir a la mejor escuela y vivir cerca de ella. Un fin muy noble. Pero hay un viejo refrán que dice que «el fin no justifica los medios». Y es aquí donde reside mi crítica: hay en España millones de familias que apenas pueden dar a sus hijos no la mejor sino una mínima educación, a veces ni una mínima alimentación, incluso muchos no tienen hogar. Os invito a acudir semanalmente a una de esas oficinas parroquiales de Cáritas. En segundo lugar, creer que lo mejor para los hijos es un chalé de 2.000 m2 con piscina, es caer en el error burgués que piensa que amar a los hijos es darles productos de consumo, más que dedicarles tiempo, cariño y ejemplo. Recordad aquel dicho del viejo Engels: «No se piensa lo mismo desde una cabaña que desde un palacio». El estilo de vida delata la incoherencia.

Por no tener eso en cuenta, los mayores enemigos de toda revolución acaban siendo los mismos revolucionarios: así desde México a Pekín pasando por Moscú y, si se quiere, por el señor Puigdemont. Se puede replicar que estáis dispuestos a seguir luchando y entregando vuestras vidas para que todos los niños de España puedan tener una educación y una vivienda como los vuestros, ficticiamente que todos seamos ricos. Lo creo; pero este me parece el último error: como solía repetir Ignacio Ellacuría (uno de los mártires de El Salvador), que nuestro mundo solo tiene solución en una civilización de la sobriedad compartida («civilización de la pobreza» decía él provocativamente). Existen pobres porque existe un exceso en los ricos. No he querido acusar: solo proponer puntos de reflexión sobre algo que nos es común a todos los humanos.

Y para terminar, una observación: que, como dice González Faus, la raíz más seria de toda esa inmensa capacidad de autoengaño que llevamos dentro está en el amor al dinero. No en el dinero como medio de adquisición, naturalmente. Pero sí en el dinero como fuente de reconocimiento de la propia dignidad, o de la admiración y aprobación de los demás Por eso: «no se puede servir al ser humano y al dinero». Pero esto es solo una reflexión a partir de esa infinita capacidad de autoengaño que tenemos los hombres y de la que tanto nos olvidamos. No solo hay que ser honrado sino también parecerlo y dar ejemplo con la vida.

* Licenciado en CC. Religiosas