Cuántas veces habremos oído esa frase y cuánto daño nos ha hecho. Se nos quedó tan inculcada en nuestro subconsciente que ha marcado nuestra forma de actuar y comportarnos. El problema es que esas tres únicas palabras llevan en sí mismas un mensaje de sumisión, de cobardía, de aceptación de la mediocridad y de lo establecido por una sociedad insana y manipuladora, donde se castiga a quien proponga algo distinto.

Lo veo todos los días en mil detalles:

--Cuando asisto a algún curso o conferencia y nadie se atreve a ocupar la primera fila de asientos.

--Cuando se lanza una pregunta al público y la primera reacción es la de mirarse unos a otros, esperando a que sea otro el primero en levantar la mano y pronunciarse.

--Cuando uno recibe un halago y trata de quitarle importancia o incluso de negarlo, no vaya a resultar que quede de engreído por reconocerlo.

--Cuando en la empresa o cualquier colectivo hay malestar por ciertas cuestiones pero nadie se atreve a exponerlas a la dirección.

--Cuando uno tiene una magnífica idea o proyecto pero no la expone ni la desarrolla a no ser que alguien ya lo haya hecho antes.

--Cuando no te pones cierta prenda que te encanta porque no esté de moda o pueda resultar extravagante.

--Cuando al exponer tus ideas en alguna reunión te cuidas mucho de decir algo que no sea políticamente correcto.

--Cuando vamos a los mismos sitios que todo el mundo, escuchamos la música que todo el mundo, hacemos las mismas cosas que todo el mundo, consumimos las misma cosas e ideas que todo el mundo...

Sí, de eso se trata esto, de «todo el mundo”, de no salirse del redil, de quedarnos en eso que conocemos perfectamente cómo funciona y que se encargan los medios de comunicación de decirnos cómo tiene que ser, cómo tenemos que pensar y sentir. Hasta que un día te hartas y sientes que no perteneces a ese mundo, que no te convence, que no te hace feliz, porque has aprendido a observarlo con cierta distancia y te das cuenta de que es absurdo, asfixiante, aniquilante, contradictorio, injusto, despreciable, repelente, ridículo, bochornoso, estúpido...

Cuando decides salir de esa espiral de silencio y hacer visible lo que se calla... ¿Qué pasa entonces? Ves las caras de la gente que callan pero que dicen mucho. Te dicen que ellos se sienten y piensa igual, pero que eso es muy atrevido y es tabú. Se sienten desafiados a enfrentarse a algo que les da mucho miedo, que les va a sacar de su zona de confort, donde se juegan no ser aceptados por la sociedad o el grupo, donde pueden incluso perder su trabajo o el apoyo de sus familiares y amigos, que es mejor dejar las cosas como están, que son así y qué se le va a hacer, que siempre han sido así y no vas a venir tú ahora a querer cambiar «el mundo».

Cómo decirles que el mundo ha evolucionado ha sido gracias a personas que se atrevieron a desafiar lo establecido. Que conste que no me estoy refiriendo a que nos pongamos a protestar y a quejarnos por todo --lo que hoy en día parece deporte nacional, ya que nos quejamos de mil cosas y de las contrarias--, no, eso no es constructivo. Me refiero a plantear otras opciones, a poner en duda lo establecido, a preguntarnos si realmente lo que existe es lo idóneo o si podría ser de otra manera, a no dar nada por hecho o cierto en su totalidad, a no caer en el sesgo cognitivo, o lo que es lo mismo, negar o prescindir de lo que puede tambalear nuestras ideas o valores adquiridos, por miedo a descubrir que lo mismo estábamos equivocados y no tener el valor o la humildad necesaria para reconocerlo.

Me refiero a ser valiente, a romper las normas que ya no sirven y a hacerlo de manera positiva. A aventurarnos a vivir usando esa inteligencia de la que tanto presume el ser humano, con optimismo, con positividad, con amor y con mucho humor. Haciendo esto de vivir algo más interesante y no tan aburrido como hasta ahora, sacando y aportando lo mejor de cada uno en vez de convertirnos en un rebaño insulso, improductivo y lo peor, infeliz por aquello de no señalarse.

Así que te invito a que sí, a que te señales. ¡Señálate!

* Escritora, autora del libro ‘Jodidas pero contentas’ y consultora de Inteligencia Emocional