Mañana se conocerá el crecimiento del PIB del 2019, que oscilará entre el 1,9% y el 2%. Será un buen dato, superior a la media de la zona euro pese a la desaceleración del ciclo expansivo. Habrán sido, además, unos años, desde el 2015, en los que el alto crecimiento ha podido coexistir con una balanza de pagos positiva, algo casi inédito en nuestra economía y que está reduciendo la demasiado elevada deuda externa.

Sin embargo, lo más positivo es que, según la EPA conocida esta semana, ha habido un fuerte aumento del empleo, 402.000 puestos de trabajo en el año, gracias al rebote del último trimestre, cuando los agoreros predecían lo peor. El aumento anual del empleo ha sido de un 2,03%, distante, sí, del excelente 3,5% del 2015, pero notable. Además, los puestos de trabajo se han generado muy mayoritariamente (360.000) en el sector privado, no en el público. Más interesante aún, y contrario a lo que se proclama con gran desparpajo, es que entre los nuevos asalariados (392.000, porque el resto trabajan por cuenta propia), se han creado 414.000 empleos fijos y han desaparecido 21.000 temporales.

En el 2019 se ha seguido creando empleo pese al menor crecimiento, pese a que el aumento del salario mínimo en un 22% ha podido castigar a empresas marginales y a la agricultura, y pese a la parálisis política con la celebración de dos elecciones generales. Sería miope no verlo.

Cierto que, desgraciadamente, el dato de paro es mucho menos reconfortante porque hay todavía más de tres millones de parados y solo ha disminuido en 112.000 personas, bastante menos que en años anteriores. La tasa de paro ha bajado un pobre 0,7% y se sitúa todavía en el 13,8%, casi el doble que el 7,5% de media de la zona euro. No solo es vergonzoso, sino que indica que algo no funciona y que no podemos estar satisfechos.

La gran diferencia del paro entre las comunidades autónomas -desde más del 20% de Extremadura a menos del 10% del País Vasco- indica que el paro tiene mucho que ver con el dinamismo económico. Es algo que se debería tener muy en cuenta. ¿Sería un error fijar un salario mínimo algo distinto en función de la muy diferente tasa de paro de las comunidades autónomas para preservar empleos en sectores geográficos deprimidos?

Sigamos. ¿Cómo pueden haberse creado 402.000 puestos de trabajo y que el paro solo haya bajado en 112.000 personas? Porque en la EPA (una solvente encuesta) han aparecido 192.000 personas que ahora declaran que quieren trabajar y que antes no lo hacían. En parte es población femenina que se va incorporando a la actividad en la misma proporción que la masculina. Y puede también deberse en parte al fenómeno migratorio. En todo caso, que suba la población activa, la que dice que quiere trabajar, es signo de modernidad social y de mejora de las expectativas. Quizás hay gente que juzgaba imposible encontrar trabajo y que está cambiando de opinión. Tras la crisis, la población activa solo empezó a crecer en el 2018 y su ritmo anual ha saltado del 0,5% al 1,3% en estos dos años.

Vuelven a ser datos alentadores que es absurdo ningunear. Indican también que es conveniente que la determinación vaya acompañada de cierto tiento al abordar los prometidos cambios legislativos. Nadie debe olvidar que desde el 27% en los momentos álgidos de la crisis, el paro ha caído al 13,8%. Y más relevante, que bajo distintos gobiernos y pese a la inestabilidad política, desde el 2014 la economía española ha generado cuatro millones de empleos, hasta el 19,97. No, no está nada mal.

* Periodista