La pandemia nos ha hecho a todos vulnerables, pero mucho más a los que ya lo eran antes de que el covid-19 arrasara nuestras vidas. La pobreza llama a la pobreza, y el desastre económico derivado de esta urgencia sanitaria a la que no se le ve el fin se está cebando con multitud de familias, incluidas las que, habiendo tenido un buen pasar a base de trabajos precarios y trapicheos de supervivencia, se han quedado sin ningún ingreso y hoy carecen de lo básico. A ellas va dirigida la nueva recogida de alimentos que se lleva a cabo durante toda la semana en casi dos centenares de supermercados de la provincia; esta vez marcada, como todo, por la aséptica distancia: sin voluntarios recogiendo garbanzos y potitos en carros a la puerta del establecimiento sino con listas de productos que el donante señala sobre el papel para evitar contactos, y sobre todo con la vista puesta en la solidaridad que pueda desplegarse on line. Y hace falta mucha para reforzar la labor del Banco de Alimentos, que está trabajando a destajo en los ocho meses que van ya de pesadilla.

Entre las principales víctimas de esta situación, a la que nadie escapa, están los niños, cuya indefensión los aboca a un mayor desamparo. Algo sobre lo que quiere alertar el Día Mundial de la Infancia, que se conmemora mañana, 20 de noviembre, con diversos actos que a pesar de las restricciones sanitarias pretenden dar voz a los más pequeños y luchar contra las pésimas circunstancias que sufren muchos de ellos. Y es que los datos son preocupantes. La Encuesta de Condiciones de Vida 2019 -agravadas este año, como es fácil suponer- refleja que Andalucía está 10 puntos por encima de la media nacional en pobreza infantil, lo que se traduce en que el 40,8% de los menores de 18 años se halla en riesgo de pobreza o exclusión social. Unas cifras «escandalosas», según denunciaba recientemente en este periódico Claudia Zafra, presidenta de Unicef Andalucía; cifras que en su opinión reclaman sin demora acciones -entre ellas un incremento del gasto en los Presupuestos de la Junta- contra una desigualdad que azota a los más pequeños en muy diversos frentes. Uno de ellos es el de la brecha educativa, que la crisis ha agrandado, por lo que demanda que se asegure a las familias el apoyo escolar necesario. A ello contribuyen desde Unicef haciendo llegar mascarillas, geles y tablets a través de la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales a los niños de los centros de protección, que son los más frágiles del sistema. Pero Claudia Zafra, psicóloga social que además de ejercer importantes cargos políticos y empresariales ha sido adjunta al Defensor del Pueblo Andaluz con especial dedicación a la infancia, da también la voz de alarma sobre la crudeza que puede surgir en un ámbito familiar azotado por mil problemas. Todo apunta a un aumento de casos de niños y niñas maltratados durante la pandemia, justo cuando el confinamiento los empujaba a un mayor desvalimiento. Si a todo eso se unen los agobios propios y ajenos, la escasa relación con amigos suplida con el refugio en el universo virtual y la mala alimentación en muchos hogares, se llega, según los expertos, a otra constatación tremenda: el fuerte deterioro mental y físico de los niños y adolescentes, que exige una estrategia de salud inmediata. Tiempos de penuria, se mire por donde se mire. Por favor, sean generosos con el Banco de Alimentos.