Hay una realidad que me sorprende grandemente después de algunos plebiscitos. Por ejemplo en este último. Y digo que es una realidad por lo que tiene de ser percibida por nuestros sentidos, pues lo que hay detrás de ella más bien es una especie de entrada circense como aquella que hacían los payasos de la tele con aquello de «¿cómo están ustedes?». Me refiero a esa alegría y cara de triunfo teatral que representan todos aquellos políticos que no habiendo sacado mayoría para poder gobernar, ya sea en un ayuntamiento, una comunidad autónoma o dónde sea aparecen la noche de los resultados con ademanes y promesas de gobernar. Dan por hecho que aquellos partidos de su mismo espectro político con cuyos resultados electorales suman van a avenirse a apoyar que lideren el gobierno del territorio en liza. Y lo gracioso o como decimos, circense, es que nos lo expresan para que nos lo creamos o comencemos a creérnoslo. Desde el escepticismo podría parecer aquello de vendernos la piel del oso antes de cazarlo, pero desde la observación más sutil y sibilina, y experimental pues ya llevamos una cuantas elecciones a las espaldas, se puede concluir que la posibilidad de gobernar en conjunto ya se había negociado en su base. La estrategia política en sus últimas consecuencias necesita el poder para sobrevivir. Y cuando hablamos de supervivencia política ya hemos visto que casi todo vale. Ahora toca hacernos ver que las negociaciones a propósito del poder se realizan con coherencia ideológica y programática. No sólo hay que ser decentes, sino parecerlo. Este es el consuelo de los que ya hemos votado. Pero para ello se habrán de desarrollar los pactos en función de los resultados concretos mediante la negociación. Nos toca observar si se desnaturaliza nuestro voto entre los pactos. Y tomar nota para la próxima cita.

* Mediador y coach