Necesito entradas de Rosalía». Así rezaba una publicación de una persona en Facebook hace unas semanas.

A pesar de lo buena artista que sea esta muchacha, tengo que decir que, tras consultar la pirámide de necesidades de Maslow, que trata de explicar la motivación que impulsa la conducta humana, no hallé, ni siquiera en la puntita de la pirámide, que unas entradas de Rosalía pudieran ser una necesidad, ni siquiera entradas para un concierto de los Rolling Stones.

Para más «inri», al mirar el perfil de esta persona, me encuentro que no se trataba precisamente de un adolescente, sino que ya había cumplido los treinta años sobradamente, por lo que se supone que debería contar con cierta madurez y no con una actitud inmadura o caprichosa.

Me parece fantástico que una persona disfrute asistiendo al concierto de una de sus artistas o grupos preferidos, como si lo hace saltando en paracaídas, haciendo puenting o escuchando regaetton (bueno, siendo sincera, esto último me parece triste y decepcionante)... Lo que me puso la vena del cuello gorda fue que pusiera «necesito». ¿Cómo?

Podía haber dicho «quiero...», «me gustaría tener...», «disfrutaría como un enano si tuviera...», «deseo...», «me haría más feliz si consiguiera...», pero no, tuvo que poner «necesito». Estuve a punto de contestarle y decirle que se las pidiera a los que viven en campos de refugiados, o a los que sufren una enfermedad terminal o sin cura conocible, o a cualquier indigente de esos que duermen en un cajero automático y van todos los días a por un bocadillo a los Trinitarios para poder comer..., seguro que todos ellos entenderían su necesidad de tener esas entradas y hasta organizarían una recogida de firmas para llevar al mismísimo Congreso de los Diputados, y así conseguir entradas para el concierto en primera fila.

Me contuve porque esta persona no tiene toda la culpa. La tiene esta sociedad mercantilista y sin valores morales, que nos hace creer constantemente que tenemos ciertas necesidades. Esa es la base del márketing: si no tienes o no consigues ciertos artículos o servicios, será imposible que seas feliz ni que seas respetado o aceptado en sociedad, con lo cual, la lista de cosas que «necesitamos» para vivir, es interminable y siempre imposible de cubrir, siempre habrá algo más que necesites; mantenerte inseguro y frustrado es su negocio.

Me alegra saber que esta persona tiene sus necesidades básicas y reales cubiertas, pues de no ser así, le importaría un bledo tener o no entradas para ese concierto, aunque ahora que lo pienso, sí tiene una gran necesidad. Necesita urgentemente que la vida le dé un par de guantazos bien dados, para que aprenda a valorar lo que tiene y sepa realmente lo que es pasar necesidad: de agua, de comida, de medicina o tratamientos médicos, de salud, de un techo y entonces utilizaría con más respeto el verbo necesitar.

Discúlpenme si me he extralimitado en mi crítica, que realmente no es nada personal contra nadie en concreto, sino hacia esta llamada «sociedad del bienestar» y del primer mundo, pero es que «necesitaba» desahogarme. Es una cuestión de moralidad y aparece en el nivel quinto de la pirámide de Maslow, junto con la espontaneidad, creatividad y búsqueda de una misión en la vida.

Gracias a Dios (es solo una expresión, ya sabéis que soy atea), no necesito gran cosa en esta vida, ni siquiera entradas para Rosalía, pero si alguien tiene mano y me averigua unas entraditas para ver a Eric Clapton en Las Vegas (gastos de viaje incluidos), por favor, hágamelo saber por Facebook.

* Escritora y consultora de inteligencia emocional