En este 2020 que por fortuna tiene los días contados, el año en que nada salió como lo esperábamos, también la Navidad será diferente, y cuanto antes nos hagamos el cuerpo y la mente a ello mejor para todos. En espera de conocer exactamente el mapa físico y sentimental de la restricción de movimientos que nos permitirá la pandemia -serán pocos, y menos aún si resulta que el largo puente recién atravesado reaviva la escala de contagios-, lo que sí sabemos ya los cordobeses es que, en el loable intento municipal de hacer seguras las fiestas, muchas costumbres no serán ya lo que eran. Nos hemos quedado sin el espectáculo de luces y música que tanta euforia aportaba al centro, traducida en júbilo consumista para bien de un comercio local que no ve la hora de que acabe esta pesadilla; tampoco habrá mercadillos navideños, ni la tradicional visita a los patios a ritmo de zambomba, algo que no acaba de entenderse puesto que las actuales circunstancias no son distintas a las del festival de octubre que sí se celebró a pesar de todos los pesares; será que no compensó el esfuerzo.

Los niños, muchos de ellos sacudidos por este torbellino sin ni siquiera entenderlo, no tendrán atracciones públicas con las que disfrutar ni podrán recoger con sus manos los caramelos arrojados desde las carrozas por Melchor, Gaspar y Baltasar. Los Reyes Magos, eso sí, no faltarán a su cita con los peques el 5 de enero. Para esa fecha y si nada lo impide -toquemos madera, porque ya da miedo hacer planes para diez minutos después aunque haya magia de por medio-, está previsto que Sus Majestades de Oriente se paseen en globo aerostático por el cielo cordobés; y por si esto sabe a poco, anunciaba el otro día el alcalde, José María Bellido, que también podrá disfrutarse de una cabalgata virtual que hará el recorrido de siempre con ayuda de tecnología 3D. Cómo no en este año de irrealidades.

Lo que no es nada virtual sino muy, muy real es la estela de pobreza que va dejando el coronavirus a su paso, de la que la infancia es víctima inocente. Será difícil compensarla de tanta pérdida -a la económica de las familias se les unen nuevas reglas de comportamiento que cercenan su espontaneidad-, pero al menos se intentará que ni un solo niño se quede sin juguetes estas Navidades. Por ello, oenegés como Cruz Roja Juventud han reforzado sus campañas habituales en la capital y en los municipios donde trabajan; y Sadeco inicia desde hoy y hasta el sábado 19, en centros comerciales abiertos y con una unidad itinerante por las barriadas periféricas, su recogida de juguetes, nuevos o usados siempre que estén en buen estado, para llevar ilusión a los más pequeños en los hogares con dificultades sociales, que crecen como los hongos. Antes de ofrecerlos a las asociaciones que los repartirán, la empresa de Saneamientos de Córdoba desinfectará dos veces los juguetes, a la entrada y a la salida, entre las que han de mediar dos días de cuarentena. Para llevar a cabo este despliegue se apela a la generosidad ciudadana, pero también a su concienciación a la hora de entregar juguetes sin connotaciones sexistas o violentas. Porque, como defiende el Instituto de la Mujer con otra campaña (‘Cambiar el juego, cambiar el mundo’ la ha llamado el IAM), los juegos no tienen género, o no deberían de tenerlo, por lo que anima a familias e industria a romper con estereotipos que siembran la desigualdad desde la cuna. Ojalá esta Navidad, aunque distinta, sea feliz para niños y mayores.