La agricultura del Valle del Guadalquivir está en un permanente proceso transformador con la implantación de nuevos frutales con grandes expectativas de implantación, crecimiento, generación de empleo y exportación. Estas interesantes inversiones están llegando de la mano de agricultores locales, entusiastas inversores nacionales y extranjeros. Capital e innovación provocan que el paisaje agrario de las vegas y campiñas experimente cambios no solo físicos sino estructurales, mercantiles y de interrelación con la comarca.

La historia de la agricultura de las orillas del Guadalquivir ha ido superando a lo largo de siglos la trilogía mediterránea y avanzando en la extensión del regadío y en las grandes explotaciones frutales. Un análisis detallado de los cultivos desarrollados a lo largo de estos últimos años nos puede explicar la profunda interrelación entre lo sembrado y sus expectativas económicas y sociales. Hemos vivido épocas brillantes de cereales, algodón, maíz, girasol, espárragos y la introducción de nuevas variedades de naranjas. La naranja sigue en expansión al igual que el olivar. Vivimos una etapa muy interesante con la implantación de frutales de almendros y nogales. Pronto se hablará y comercializarán las nueces del Valle del Guadalquivir. A este ritmo faltarán tierras y mano de obra, aseguran las diferentes estrategias de desarrollo formuladas por los profesionales.

Los alcaldes de los municipios ribereños y los grupos de desarrollos rural (GDR), han unido sus esfuerzos para que este progreso conlleve justicia social, mejora y protección de los trabajadores del campo y compromiso con el progreso de estos municipios de tradición agrícola. Agricultura, patrimonio y ofertas culturales deben ser una palanca para el turismo que quiere conocer el valle más fértil del mundo, así lo entendió el Imperio Romano y así será para este mundo global. Afortunadamente ayuntamientos, instituciones agrarias, investigadores del Ifapa y jóvenes empresarios están por la labor. Arrima el hombro.

* Historiador