En qué momento se perdió la cordura? Cada mañana nos desayunamos una nueva sinrazón que apenas deja digerir el dislate del día precedente. España, más que revuelta, anda al revés, y los pájaros ya disparan a las escopetas.

Los condenados por los ERE andaluces son héroes honrados que solo buscaban emular a Robin Hood; por secuestrar a menores son investigadas las gerifaltes de una asociación de inspiración podemita denominada paradójicamente «Infancia Libre»; y una conservadora del Museo del Prado, confundiendo deseo con realidad, ha descubierto ahora que Goya era antitaurino y homosexual. En Valencia, el gobierno autonómico subvenciona un curso para hacer memes (¿acaso querrían decir memos?); la alcaldesa de Barcelona afea la Navidad pagando cien mil euros por amontonar en la calle cajas que simulan ser un belén; y en Extremadura, sus incomunicados habitantes ven a su presidente ofrecerse a sufragar el viaje a Madrid de Greta Thunberg, grumete adolescente que destaca por llevar años haciendo novillos en la escuela. Con un discutible don de la oportunidad, la ministra de Educación aprovecha una invitación al congreso de escuelas concertadas para amenazar con el fin de los conciertos educativos; los premios nacionales de literatura se conceden a autores que escriben en idiomas distintos al castellano; y el asiduo usuario del Falcon, tras un breve paseo en coche eléctrico, preside la cumbre contra la contaminación del planeta. Un expresidente remendón --de cuyo nombre no quiero acordarme-- atribuye el fin de ETA a méritos del etarra Otegui; los ministrables de carteras sociales son enjuiciados por explotación laboral (Irene Montero) o condenados por no pagar la Seguridad Social de su empleado (Pablo Echenique); y la mitad de los partidos políticos con representación en el Parlamento español tienen como objetivo fundacional acabar con España. Me temo que el ateísmo militante de Pedro Sánchez le impidió entender bien aquello de que el que se humilla será enaltecido.

La subasta del gobierno del Reino de España entre republicanos independentistas, huidos de la justicia y condenados por sedición y terrorismo ha llevado a prestigiosos constitucionalistas (lo que descarta a Carmen Calvo) a desempolvar el pensamiento del insigne Juan de Mariana, a cuyo decir «cuando está en peligro la salud del reino, ¿quién habrá tan falto de razón que no confiese que es lícito sacudir a la tiranía?».

Según el presidente del Gobierno en funciones, cuarenta y cinco millones de españoles no vamos a poder conciliar el sueño por la noche. Menos mal que inventamos la siesta.

* Abogado